Pablo Huneeus
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Urbi et Orbi, domingo 10 de junio de 2001

ESPERANDO A FORTINBRAS
por Pablo Huneeus

El drama "Hamlet", de Shakespeare, es la historia de un reino donde todos por lujuria o codicia se van al hoyo. Claudio mata al rey para quedarse con la reina Gertrudis (el poder). El príncipe Hamlet, hijo de Gertrudis, ama a Ofelia, pero tiene la pesada carga de hacer justicia, encarnada ésta en el alma en pena de su padre, el difunto rey, que ronda por el castillo de Elsinore diciendo verdades.

Cuando el viejo Polonius, padre de Ofelia y autor del sabio parlamento "no prestes ni pidas prestado...", se esconde tras una cortina, Hamlet lo atraviesa de un sablazo creyendo que era Claudio, el flamante rey amante de su madre. Laertes, el otro hijo de Polonius, se ve obligado a batirse con su amigo Hamlet. En el duelo perecen ambos, además de los monarcas envenenados.

En medio de esa hecatombe que va hundiendo a Dinamarca en una pertinaz crisis, surge una esperanza: Fortinbras, príncipe de Noruega, conquistador de Polonia, quien llega a poner orden. "Esta cantera llora su desesperación, Oh muerte orgullosa ¡qué fiesta te has dado!" exclama Fortinbras cuando ve lo que ha pasado.

Con unos embajadores que trae -inversionistas extranjeros diríamos hoy- sepultan con honores a Hamlet, demostrando así que han asumido el poder fáctico del país.

O sea, es la tragedia de una clase política corrupta, incapaz de arreglar sus propios asuntos y que no tiene más oferta para el país que esperar al redentor extranjero. ¿No es acaso la historia de América Latina, un continente avasallado por el conquistador español y que busca su felicidad, no en su propia idiosincrasia, sino en la sociedad industrial?

Entonces, cuando el presidente Lagos y cortesanos de todos los pelajes mendigan por Europa y Estados Unidos que vengan a invertir, lo que están haciendo es pedir que un Fortinbras venga a sacarnos del hoyo. ¿No creen nuestras autoridades en la gente de Chile, en su juventud, sus empresarios? ¿Por qué tanta traba y freno al productor nacional? ¿Para qué entregarle minas a los canadienses si profesionales chilenos demás podrían explotarlas? ¿Qué sentido tiene importar leche de Bélgica y Ucrania si la agricultura nacional podría con creces suplir la demanda? ¿Por qué darle a los peninsulares nuestros teléfonos y derechos de agua?

El sociólogo francés Alain Touraine, sostiene que América Latina se define a sí misma como dependiente, vale decir sin iniciativa ante la globalización a la americana que asola el mundo. México prácticamente cierra su historia de nación independiente al entrelazarse "a finish" con los Estados Unidos, en circunstancias que una mujer, dice Touraine, debe tener un proyecto, un plan de vida más allá de que vengan los ricos a poseerla.

Es justamente la sicología íntima, o "alter ego", del modelo económico: la pose femenina, seducir al capitalista extranjero para que venga a "mejorar la raza". Chile tuvo una actitud fálica de desarrollo -levantar acerías, abrir minas, horadar túneles para que penetre el tren- pero ahora los nuevos economistas se la juegan de manera feminoide. Tratan hoy en día de encantar al financista del hemisferio norte, de seducirlo con sonrisas y franquicias. Se afanan por atraer del extranjero penes económicos, ofreciéndoles un sumisa patria de bosques vírgenes y permisos de pesca, para que se la forniquen a gusto.

Convertidos en lenocinio de multinacionales ¿saldremos del hoyo?

Ciertamente no. Los Fortinbras de las altas finanzas vendrán sólo a las suculencias livianas que puedan agarrar del mar revuelto: un monopolio ya hecho, mina de oro previsional o camino regalado. Pero a crear industria básica, como a su tiempo el empuje chileno creara CAP y ENDESA, o hacer de la nada puertos o ferrocarriles, jamás.

Además -como lo dijera Aristóteles- "adquirimos virtudes sólo al practicarlas; uno se hace arquitecto construyendo y músico tocando la cítara." Idem con el desarrollo, si lo confiamos a otros, perdemos nuestra habilidad innata de hacer empresas, de manejar la economía y de hacer una cultura propia.

Urge, pues, revertir esa actitud entreguista de desarrollo. Hay que buscar la salida en nuestra propia fibra, empezando por valorar los vastos recursos de gente capaz que tiene el país. Dejar de abrirse de piernas ante el usurpador y potenciar a la juventud con la educación que reclama. Confiarle el crecimiento al empresario local, al agricultor tierra adentro, y al artista nacional. No tanto mirar afuera para ver la luz, pues la solución, la idea y hasta la buena música puede estar aquí mismo si se le da una oportunidad.

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