Pablo Huneeus
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¿DEBE EL OPUS DEI EDUCAR?
por Pablo Huneeus

El tema de si en una democracia deben existir educaciones privadas, sectarias, lo zanja con su implacable lógica el tutor de Alejandro Magno y filósofo constituyente de nuestra civilización, Aristóteles (384 – 322 a.C.)

En libro VIII de su obra “La Política”, sobre la vida en sociedad, afirma que la educación debiera estar bajo control estatal y ser igual para todos. “El ciudadano debe ser moldeado para afianzar la forma de gobierno bajo la cual vive. Porque cada gobierno tiene un peculiar espíritu (ethos) que ha formado y que trata de preservar. El espíritu democrático crea democracia, y el espíritu oligárquico crea oligarquía; y siempre, mientras mejor ese espíritu, mejor el gobierno.”

“Y como toda la ciudad tiene una misma finalidad, es evidente que la educación debiera ser una y la misma para todos, y que debiera ser pública, no privada, como es ahora, en que cada uno cuida por separado a sus niños y les da por su cuenta la instrucción que considera mejor; pues el entrenamiento en cosas que son de interés común debiera ser similar para todos.”

“Tampoco debemos suponer que cada ciudadano se pertenece a sí mismo; porque todos pertenecen a la nación, y el cuidado de cada parte es inseparable del cuidado del todo.”

Es la idea que llevó a los Padres de la Patria a formar el Estado Docente, base de la república. El “gobernar es educar” es más que construir escuelas por doquier; es implantar el conocimiento puro, no supeditado intereses sectarios, como finalidad superior de la nación. Pero en atención a la solvencia intelectual de algunas órdenes religiosas y a su compromiso con los ideales democráticos, se les fue dando en concesión la facultad de instruir, llegando a considerarse válidos los exámenes que impartían en sus conventos. Esto, por cierto, en el entendido de un fiel cumplimiento del programa oficial, que es uno para todos, sin discriminación de clase, raza o sexo.

Pero desarrollo de sectas fundamentalistas, como el Opus Dei o Los Legionarios de Cristo, embebidas de una mentalidad oligárquica y de una extraña avidez por el dinero, lleva a repensar esa cesión del derecho a enseñar y por la cual, encima, se les paga subvención fiscal.

¿Vamos a dejar que Al Qaeda abra escuelas particulares subvencionadas, que la Colonia Dignidad regente el Instituto Nacional y que los talibanes pongan universidades? Si basta con cumplir en lo formal los ideales patrios, entonces bien pueden instalarse con sendos establecimientos educacionales el Klu Klux Klan, la SS nazi, el Sendero Luminoso del Perú y ¿por qué no?, la autodenominada “síntesis de todas las religiones”, la secta Shinn Kyo de Japón, que en 1989 atacara a los infieles del metro de Tokio con gas sarín. Plata no les falta, pues su iglesia matriz, “Verdad Divina”, recolecta sólo de Europa doscientos millones de dólares anuales.

Es la debilidad congénita de la democracia liberal; tolerar los gérmenes de su destrucción. Los griegos, recordemos, exiliaban a los enemigos del tirano y a su vez, sancionaban con ostracismo a los enemigos de la democracia.

El carácter antidemocrático del Opus Dei viene de sus raíces en un reino, como el España, donde todavía impera una casta nobiliaria de duques en yate y vidas regaladas. En ese medio, cuando la Iglesia asume un compromiso social, brota este contra movimiento que practica una opción preferencial por los ricos, descubre el sentido salvífico del becerro de oro y abre con gusto las puertas del cielo a los millonarios. Luego, para darle aire de santidad a su cometido, ejerce sobre sus propios numerarios prácticas denigratorias de servidumbre, apremios síquicos, auto flagelación y censura de libros que, como se ha denunciado a nivel mundial, lindan en violación de los artículos 4, 5 y 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos.

Su plan elitista de una sociedad jerarquizada, lo lleva a despreciar las culturas indígenas, y a segregar por clase social sus establecimientos educacionales de modo que los hijos de papá aprendan a enriquecerse y los demás, a ser buenos pobres, dotados a lo sumo de algún oficio auxiliar que sirva a sus empresas.

A la discriminación económica que ejerce en sus colegios y universidades, reputados de ser los más caros, se añade la de tipo moral, llegando a expulsar niños, como he visto de cerca, porque sus padres se han separado. A esos daños síquicos personales infligidos contra seres inocentes, se agrega el perjuicio sociológico de formar generaciones arrogantes, plasmadas de egoísmo, y que rezan mucho al Dios de las alturas, pero dan la espalda al hombre en la cruz.

Y en cuanto a Derechos Humanos, esencia de la democracia, téngase presente que el Opus Dei no sólo creció bajo el amparo de la dictadura de Franco en España, sino que le brindó soporte espiritual. Ídem, con la dictadura de Pinochet en Chile, a la cual sus supernumerarios sirvieron con entusiasmo, aportando, además de andamiaje ideológico al terrorismo de Estado, blindaje moral para depredar patrimonio público.

Por eso, si la meta es construir una sociedad abierta, democrática en lo político y justa en lo económico, a esas sectas de cuentas ocultas y médula autoritaria debe retirárseles su licencia para educar.



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