Pablo Huneeus
Seguir a @HuneeusPablo

BOLSA PLASTICA, MALDITA SEAS ENTRE TODAS LAS LESERAS
por Pablo Huneeus

Rwanda, un pequeño país de África, ha dado un ejemplo al mundo al prohibir el uso de bolsas plásticas en su territorio. Según informara la BBC de Londres esta semana, el gobierno argumenta que el país se está volviendo feo con tanta bolsa adherida a los matorrales, volando al viento y estropeando la capital, Kigali, una de las más limpias del continente negro.

–Somos pobres, –le oí decir al ministro rwandés del medio ambiente, –y no tenemos plata para andar recogiendo toda esa basura inútil. Mejor que la gente vuelva a usar el canasto tradicional para sus compras.

La policía las incauta, igual que las cortaplumas ahora, a quien sea sorprendido portando una, aunque lleve el pan adentro. Multas le cursan a los negocios que las dan y un supermercado fue clausurado por seguir diseminando esa ofensa a la Madre Naturaleza.

Por supuesto que los canastos han subido mucho de precio en Rwanda, especuladores hay en todas partes. Pero luego del susto, el libre mercado solito habrá de equilibrar oferta con demanda, enseñan los economistas. En estos mismos momentos debe haber mucho cesante rwandés tejiendo a mano, con mimbre y junquillo de los pantanos, sus agraciados canastos, los que tiñen con yerbas naturales.

Ayer se nos olvidó llevar los canastos cuando fuimos de compras al Jumbo, pero igual introduje todo lo chico –tarros de calamares en su tinta, queso rayado, cilantro, sal y pimienta– en una pura bolsa y lo demás –papas, aceite, naranjas, etc–lo echamos directo del carro al auto. ¡Resulta!

Todo esto, porque de Alaska a la Patagonia nuestro continente está plagado de bolsas plásticas. En las playas de Calbuco, las vertientes de Panimávida, el cajón del Maipo o la Alameda de las Delicias como le decían antes a ese corredor de micros que cruza Santiago: bolsas. En los alrededores del Museo Nacional de Bellas Artes, en el estómago del ganado caprino que se las come por equivocación (no pueden digerirlas), en el desierto de Sonoma, en los cafetales de Bucaramanga y en los faldeos del Chimborazo: más bolsas plásticas.

Vienen principalmente de Malasia y China, o sea de la bullada Área Asia Pacífico (APEC) desde donde arriba un container tras otro cargado de estos nefastos adminículos, muchos de los cuales vuelven al prístino océano por el cual vinieron.
Se pegan a los remos, salen en las redes y se encorbatan en las hélices, además de adherirse a las rocas de la orilla y de flotar de allá para acá en los canales magallánicos.

Gran parte de la recolección de basura, vertederos y aseo municipal, se debe a la bolsa plástica, que no se degrada nunca. Alguien podrá decir, como mister Colt, el del revólver, que no son las armas que matan gente, sino que es la gente la que mata. En esa misma lógica, sería sólo cuestión de pedirle a la gente que tuviera más cuidado con la bolsita. Pero así como ya está demostrado que hay mucho crimen causado por la sola presencia de armas de fuego, hay mucha contaminación provocada por la sola ubicuidad del plástico.

En Sudáfrica han limitado su consistencia, pues la gruesa, sobre los 80 micrones de espesor, es reciclable, sirve largo tiempo y nadie las anda botando así no más como las delgadas que andan por todas partes. Prohibida, pues, la bolsa delgada.

En el pintoresco estado hindú de Pradesh, al pie de los Himalayas, aplican una multa de cien mil rupias (cerca de un millón de pesos) a quien sea sorprendido portando una bolsa plástica fuera del área urbana. Quieren preservar el turismo.

En cambio en Irlanda, con gran sentido práctico, aplican un impuesto a quien las disemine, lo que además de aumentar la recaudación fiscal, ha llevado a supermercados y grandas tiendas a restringir la transmisión del Síndrome de Inmundicia Plástica Adquirida (SIPA).

Por su parte, en supermercados de Estados Unidos entregan de papel, pero las cobran, con lo que uno no olvida su bolso de siempre, el de arpillera donde uno echa hasta las mentiras que compra.

¡Abolir la bolsa plástica! ¡Liberarnos de su esclavitud! ¿Podremos esperar eso del alcalde y sus concejales? Difícil, considerando que las mismas autoridades encargadas del aseo municipal tienen las plazas y jardines públicos cubiertos de basura electoral.

Es por eso, que al volver de las compras hice bolsa una pancarta de concejal que instalaron cerca de la casa. ¡Ah, con qué gusto le corté el alambre que la adosaba a un poste de la luz y la eché al tarro de basura cual bolsa plástica!






Contacto © Pablo Huneeus