Pablo Huneeus
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VITACURA Y EL GENERAL URZÚA
por Pablo Huneeus

Por esas cosas de la diplomacia, en una cena en la embajada del Perú quedé sentado junto al general Carol Urzúa Ibáñez, a la sazón Intendente de Santiago. ¿Acaso el aceite y el vinagre no van en una misma alcuza?

Hicimos buenas migas, hablamos de viejos libros y del amor en común que le teníamos, cada uno a su manera, a esta veleidosa patria llamada Chile.

Días más tarde, (30-VIII-1983) fue muerto en una emboscada terrorista con dos soldados que lo escoltaban. La ciudad lo recuerda con un busto de bronce en una rotonda que hay donde las calles Luis Pasteur y Juan XXIII dan con el río Mapocho, comuna de Vitacura.

Pero en estos tiempos, hasta el honor tiene su precio. Por esas cosas, ahora del negocio municipal, su estatua ha sido sepultada bajo inmensas publicidades de “sweaters” (chalecos en castellano) y de botas adosadas a piernas de mujer. Al pie de la estructura que sujeta los paneles hay un letrero que con todo cinismo proclama tratarse de una restauración del monumento.

Han vuelto a matar al general, pienso cuando paso por ahí. Los terroristas de hoy, los que destruyen la historia y rematan sus mártires, cambiaron la metralleta por la chequera. El soborno puede más que el bombazo.

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