Pablo Huneeus
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LA SINFONÍA DE LAS PROTESTAS
por Pablo Huneeus


La Sinfonía de las Protestas, antes interpretada por la Orquesta Filarmómica de Chile bajo la conducción del maestro ruso Ivá Kaer, se presenta otra vez más bajo la batuta del insigne director hindú Kerémos Mahagora.

El “tempo” musical es otro, habiéndose pasado del cadencioso “allegro vivace” de las tocatas antidictatoriales a un brioso compás “andante sostenuto”, con visos de “molto agitato”, que caracteriza a la creciente sonajera.

Los músicos también han cambiado. Luego de la banda de jóvenes flautistas que empezó con el barullo en las poblaciones marginadas, ha entrado en escena otra orquesta de muy centrados instrumentistas: funcionarios de la administración pública, pueblo mapuche, pescadores, trabajadores del cobre, camioneros, portuarios, estudiantes y profesores, todos haciendo sonar sus trutrucas y trombones.

Hay todavía mucha descoordinación, señalan los críticos, unos que desafinan, otros que entran a destiempo, todos sin seguir la partitura. Esto, porque que la tónica de este segundo movimiento de la magna sinfonía es tan personal como universal: vivir mejor.

¿Qué laya de orquesta es ésta donde de trompetista a baterista en vez de sudar la gota gorda quieren todos tomar asiento en platea?

Mientras en su primera versión el maestro Ivá Kaer le imprimió sentido de unidad a la melodía –darle con el gong al que sabemos- ahora se desenfundan las violas y timbales con finalidades que los revolucionarios calificarían de burguesas, como es esto de que cada cual aspire a mejorar su calidad de vida dentro del marco del actual sistema.

HONOR SOCIAL

Actualmente, en cambio, el novel director Mahagora, haciendo gala de un estilo más acorde al mundo globalizado, implanta en los vientos la manera más moderna de respirar que es la de aspirar a más ahora mismo. Distribución de ingreso, le llaman los economistas a eso que desde el punto de vista sociológico viene a ser la distribución del honor social. El nuevo baile es, justamente, al compás de aumentar en dignidad la condición humana.

Más aún, el libreto impreso en el inconsciente colectivo indica que esta fanfarria va a cara descubierta, reclamando siempre diálogo y usando la inteligencia para lanzar consignas, no balas.

Incluso en el conflicto mapuche, el leitmotiv de fondo no es otro que la quintaesencia del orden burgués, que es el derecho de propiedad. Las tierras ocupadas por la industria forestal ¿pertenecen a la familia Matte Larraín o a las comunidades indígenas que las poblaban de tiempos inmemoriales? Las aguas del Toltén ¿es justo que por secretaría hayan pasado a ser un millonario capital del consorcio español Endesa? Cuando las fuerzas militarizadas de Carabineros desalojan comuneros en la Araucanía ¿averiguan antes en el Conservador de Bienes Raíces quién es el legítimo propietario? ¿Serán tan limpios e inequívocos los títulos de las forestales?

Téngase presente que ya en el siglo XVI Alonso de Ercilla en “La Araucana” tilda a Chile de simple provincia (del Virreinato de Lima), la “fértil y señalada provincia en la región antártica famosa”, mientras al territorio mapuche lo denomina con todo respeto “El Estado de Arauco”. O sea, desde la antigüedad se le reconoce su calidad de nación aparte, como que debió ser ocupada militarmente tras la Guerra del Pacífico, en 1882.

Sin embargo –el doble estándar- el Estado chileno validó los títulos de propiedad que existían en los territorios que en esa contienda adquirió hacia el norte, en particular las salitreras que los ingleses daban por perdidas y la propiedad inmobiliaria –casas, tiendas- de bolivianos y peruanos.

Pero hacia el sur, hizo tabla rasa en lo que a derechos de propiedad se refiere, siendo la etnia mapuche expropiada de sus tierras, bosques y aguas, los que fueron repartidos, a cualquiera de apellido alemán que hiciese el pedimento, como se llama el trámite de inscribir a nombre propio tierras en custodia del Estado.

Más al sur, es la misma tónica: la industria salmonera, con respaldo armado del gobierno central, entrega concesiones para instalar balsas jaulas haciendo caso omiso de los derechos ancestrales de propiedad que los ribereños tenían en el área. ¿Se entiende entonces la ira manifestada contra las empresas danesas que lucran de propiedad usurpada a la gente?

Igual, con la pesca. Entre gallos y tratados de libre saqueo, los buques factoría gallegos asolan el mar territorial chileno embolsando cuánto caiga en sus redes –pez espada, jurel, merluza, lo que venga- y en el proceso dejando sin cuotas de captura a los pescadores artesanales del país, los dueños naturales de la extracción.

Profesores y alumnos ¿no es el quid del asunto defender el derecho hereditario que tiene la gente sobre el sistema público de educación? ¿Es antipatriota reclamar el legado histórico de los Padres de la Patria? Así como se defiende el territorio nacional del invasor extranjero ¿por qué no se hace otro tanto con los demás componentes del patrimonio nacional, como son los ferrocarriles y la estupenda red de tranvías eléctricos que iba de San Pablo a plaza Egaña y de Recoleta a San Bernardo? A igual que los caminos, puertos y puentes del país, son obras todas hechas por nuestros antepasados con una clara visión de futuro, pensando en las nuevas generaciones, y que han ido cayendo a manos del invasor extranjero.

Propiedad privada, defensa del patrimonio nacional, derechos hereditarios, mejor calidad de vida ¿hay algo malo en eso? ¿O es que el problema deriva de que, como dijera George Orwell, todos somos iguales, pero algunos animales son más iguales que otros?

Este concierto de los desconcertados tiene ciertos compases de fondo dignos de destacar:

1.- MUCHOS CONTRA POCOS. Multitudinarias algarabías de agraviados, miles, cientos de miles en algunos casos y por el otro lado, un puñado de capitalinos encorbatados, ora ministros de Estado, ora mandamases de bastiones económicos.

Son muy pocos, no más de un centenar en un país de quince millones, machos viejos todos, pasados muchos de la edad de jubilación. Es lo que el propio Manuel Cruzat Valdés en su www.outsider.cl llama “a significant but quite small friends club” que controla la totalidad de los grandes negocios del país. El 83% del crédito comercial, añade, lo acapara el 1.6% de los deudores, lo que hace difícil, sino imposible, a la pequeña y mediana empresa acceder a recursos de capital en condiciones normales.

Por su parte, el Diccionario de la Real Academia Española da estas tres acepciones al término “oligarquía”: Gobierno de pocos; Forma de gobierno en la cual el poder supremo es ejercido por un reducido grupo de personas que pertenecen a una misma clase social; Conjunto de algunos poderosos negociantes que se aúnan para que todos los negocios dependan de su arbitrio.

2.- POBRES CONTRA RICOS. Al presenciar el callejero espectáculo que se nos brinda semana a semana, se advierte que del lado de la batucada son mucho más pobres que del bando pudiente.

En general, diría, protestan en las calles los desprovistos de BMW propio u helicóptero privado. Muchos de los manifestantes carecen de chofer particular para irse leyendo el diario camino a la pega ni viajan a Europa en “Business Class”. Sus preocupaciones financieras no son en qué invertir la plata que les sobra. ¿Dónde será que veranean, en Cancún o Mónaco? Para sus vacaciones de invierno, ¿por qué no aprovecharán que en Italia es verano para arrendarse yates en Amalfi?

Tampoco frecuentan el restaurante “Tiramisú” de Isidora Goyenechea, ni llevan a sus niños a comer un día cualquiera al “Ruby Tuesday “ de La Dehesa. Es raro que asistan a la ópera del Municipal o compren libros nuevos. No esquían en Valle Nevado, tan cerca de Santiago, ni viven en condominios con cerco eléctrico y guardias privados.

3.- LA FUERZA SUJETA. Si son tantos y de tan distinto nivel en la escala alimentaria que va del filet mignon a la mortadela en marraqueta ¿qué impide el desmadre total? Ya no es una suerte de contrato social, un acuerdo básico que da sustentación al tinglado institucional. El dique que antes se sostenía gracias al natural escurrimiento de las aguas, ahora se sujeta gracias a las fuerzas especiales de Carabineros, con sus brigadas antimotines, cañones de agua, pistolas al cinto y armas químicas. ¿Qué pasa si bajo los verdes cascos un día se corta esa filigrana sicológica llamada obediencia?

4.- PARLAMENTO FUERA. Por el simple hecho de que no está bien hablar con la boca llena, el parlamento ha dejado de ser la voz cantante de esta sinfonía. Cada partitura se ensaya afuera y cuando está enteramente afinada en los cenáculos del poder, se lleva a que los honorables interrumpan su festín para estampar su dedo.

5.- COMPÁS DE CORRUPCIÓN. Por debajo de toda la sonoridad que se ha ido manifestando, corre un compás sordo, apenas audible, de ira contra la clase política. Basta parar la oreja para escuchar al contrabajo dando la pauta: son todos ladrones. O sea, es nuevamente la defensa de la propiedad contra asaltantes que saltan la reja.

6.- GATOPARDISMO. “Si queremos que todo siga como está, es preciso que algo cambie,” recomienda el príncipe Frabrizi en “El Gatopardo” de Lampedusa. Los conflictos, vemos, terminan por agotamiento o porque otro de mayor estruendo lo reemplaza, pero nunca por solución o avenimiento de fondo. Se promete una ley, van unas monedas y vienen unos cambios cosméticos, pero nada se arregla.

Entretanto, a quienes tocan instrumentos de baja sonoridad, como los editores de libros, las víctimas del hembrismo legalizado o los vecinos que les quitan sol y vista con edificios, nadie los escucha. IVA al libro, movilización colectiva, mala atención de salud, precio de los alimentos, calladito suma y sigue.

La Novena de Beethoven culmina en un final de coro y orquesta unidos, pero ésta, así como va apunta a una sola cosa: ¡Música maestro!

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