Pablo Huneeus
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URGENTE: LEY ANTIDESALOJO
por Pablo Huneeus

Los que manejan el dinero, esos mojones de libélula que reciben depósitos, prestan plata y cobran dividendos, quieren robar tu casa. No es el televisor que van a llevarse, ni la billetera o el auto, es el departamento completo, tu hogar, lo que ansían birlarte.

Entera, hasta dejarte hecho un desposeído, sin importar cuánto hayas pagado, porque nunca levantarán la hipoteca, siempre habrá un resquicio para subirte la cuota, y aunque hayas pagado más que el valor real de la propiedad, tratarán, con apoyo policial o de las mafias, de echarte en camisa de tu propia casa.

Esto, porque el capital a firme de las instituciones financieras, se ha visto con la crisis, son las viviendas que tienen hipotecadas a su favor. Mientras más créditos hipotecarios colocan, más aumenta su capital porque cada hipoteca es un activo que pasa a engrosar sus reservas, con lo cual tienen acceso a más capital para operar. Enviciados por la codicia, cuando coparon los negocios legítimos empezaron a darle crédito a personas de menos recursos que habían calculado matemáticamente, nunca podrían pagar su deuda. Con el embelezo de una casa nueva, cínicamente sobrevaluada, las indujeron a firmar, extrayéndoles a la pasada cuanto ahorro, jubilación y desahucio tuviesen.

Le entregaron su vivienda, pero en usufructo no más, porque las condiciones de la letra chica no hacen al beneficiario del crédito amo y señor de su morada. Es sólo un inquilino que puede disponer de ella mientras pague al ente financiero el rescate de su hipoteca.

¡Estupendo negocio! Tan beneficioso para la banca resultó encalillar a las clases medias del mundo que la ciudad misma cambió de fisonomía en función del dictado monetario. Barrio tras barrio, de Tokio a Filadelfia y de Málaga a Puerto Montt, sin perdonar a Providencia ni a Viña del Mar, fueron masacrados por las inmobiliarias para instalar esas fábricas de dividendos llamadas edificios departamento. Todos en prenda de las financieras.

Más temprano que tarde, –lo advirtió primero el anterior tesorero de los Estados, mister Alan Greenspan– había de reventar el “housing bubble”. Dicho globo de la vivienda estalló por la base: las hipotecas “sub prime”, vale decir las riesgosas que habían urdido los operadores financieros para esquilmar fríamente al hombre común. Las casas no valían ni la mitad de lo que la gente adeudaba por ellas.

Dejaron de pagar, empezaron los “foreclosures” (incautación del bien hipotecado) proceso por el cual miles y miles de familias perdieron sus ahorros, junto a lo abonado a la fecha y a su hogar. Como las inmobiliarias operan con dinero de los bancos, arrastraron consigo a Wall Street y al mundo entero.

Basta seguir la lógica del modelo para saber lo que viene: primero que pague el Estado, los 700 mil millones de dólares (el presupuesto de educación y defensa juntos, ó 2.000 hamburguesas por habitante). Seguidamente, atrincar con altos intereses a los deudores hipotecarios con miras a que paguen la orgía de millones que se dieron los gerentes. Y en la de no, desalojarlos a fin de revender su casa.

¿Qué hacer? Presionar al gobierno, a parlamentarios y medios a que defiendan a la gente de la delincuencia financiera. No, no estoy hablando de condonación de las deudas; los mercados no tolerarían eso y los gnomos de las finanzas, a través de la prensa que controlan, dirían que es un atentado a la libertad de empresa, valor sagrado que ha de regir, según ellos, desde la sala cuna al cementerio. Se trata, simplemente, de proteger a la ciudadanía del crimen organizado.

¿Cómo entonces? Una moratoria a los desalojos, vale decir una ley ¡urgente! por la cual ninguna familia que lleve pagado cuatro años de dividendo pueda ser expulsada de su hogar.

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