Pablo Huneeus
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EL PREMIO NACIONAL A ISABEL ALLENDE
por Pablo Huneeus

“Una manera de equivocarse es tener razón antes de tiempo.” Marguerite Yourcenar (1903-1987) en “Las memorias de Adriano.”
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El Estado chileno concede el Premio Nacional de Literatura cada dos años, pero debido a la manía de dárselo vez por medio a algún poeta, por fome que sea, en la práctica es cada cuatro años que lo abren a escritores de primera línea.

Siempre, sí, en lo típico de la fértil provincia de considerar literatura únicamente el libro escrito en formato de novela. El ensayo, el testimonio presencial, la narración filosófica, la biografía épica o la misma crónica social que practica el infrascrito no entran, como si la función de la palabra escrita no fuera otra que comunicar ideas.

Según ese criterio, Chile nunca habría tomado en cuenta a pensadores laureados con el Nóbel de literatura, como Henri Bergson, Bertrand Russell o Albert Camus.

Encima, en el país de los trámites, existe el requisito burocrático de la postulación: el formulario que alguien, ojala un organismo establecido, debe presentar en cinco copias en la respectiva oficina del ministerio encargado.

Así como los geólogos trabajan con ahínco en descubrir minerales, debiera una comisión dedicarse profesionalmente a auscultar las distintas expresiones literarias del país hasta dar con el oro.

Pues bien, debido a que nade lo hacía, en 2002, junto a mi compadre Ramón Huidobro (es padrino de la doctora Huneeus), llené los formularios de rigor.

Estos iban acompañados de la siguiente perorata:

Calbuco, 18 de abril de 2002
Señora Mariana Aylwin Oyarzún
Ministra de Educación Pública
Presidenta del Jurado de Premios Nacionales
Alameda de las Delicias 1371
Santiago de Chile.

Estimada Mariana,
En la Feria del Libro de Frankfurt 2000 vi el portento mundial que ha llegado a ser nuestra compatriota escribidora Isabel Allende.

Mientras el menesteroso stand de la Cámara Chilena del Libro, al fondo de un tercer piso, exhibía la mercadería de una decena de sus asociados, el “Retrato en Sepia” flameaba en gigantografías del hall principal como uno de los nuevos aportes a la literatura universal.

Y si uno se acercaba a Penguin Books, por ejemplo y mostraba una obra sobre la Patagonia, no pasaba nada hasta agregar el abracadabra “y este libro le gustó mucho a Isabel Allende”. Entonces, of course sir, era la respuesta, tome asiento ¿verdad que Ud. la conoce? Veamos de qué se trata.

O sea, si bien el mundo recuerda con veneración a Neruda, Isabel Allende ha hecho por el libro chileno lo de la botella caramañola de Undurraga por el vino: ha abierto el camino.

Así como ésa típica botella fue la primera en posicionarse en los escaparates de Estados Unidos y Europa, es nuestra animosa novelista quien hoy exporta el alma de Chile a 27 idiomas en los 32 millones de ejemplares que se han vendido legalmente de su obra. No hay en el mundo biblioteca, librería o kiosko de impresos que no la destaque. Con eso, ha desatascado para el libro chileno un mercado tan grande como la capacidad de nuestros autores y editoriales de producir obras interesantes de leer.

Cuando hace veinte años vimos aparecer “La Casa de los Espíritus”, quienes la conocíamos de juventud como la hija de Panchita y Ramón que andaba en una Citroneta morada pintada con flores o como la divertida columnista de la revista “Paula”, pensamos ¡vaya, otra gracia de la Isabel, tan dije qué es!

Sin embargo, por su envergadura de novela mayor, parecía ser el típico libro único donde el autor vierte toda su sangre para luego quedar dando la hora, como es el caso de “Gran Señor y Rajadiablos”, “Gone with the Wind”,” Catch 22”, “ Papillón” o el “Gatopardo”, todos a su manera hijos únicos.

Pero, de atrás vino “De Amor y de Sombras”, (1984); “Eva Luna”, (1985), “Los Cuentos de Eva Luna” (1989) —mi favorito—, “El Plan Infinito” (1991), “Paula” (1994),” Afrodita” (1997), “Hija de la Fortuna” (1999), “Retrato en Sepia” (2000) y en prensa, “La Ciudad de las Bestias”.

Todo esto, aparte de sus obras de teatro, cuentos para niños (“La Gorda de Porcelana”), artículos en el “Sunday Times” y en “El País” de España, de los cursos de literatura que ha impartido en las universidades de Virginia y de Berkeley (UCLA), de la infinidad de conferencias que ha dictado en catorce países, de una genial página web (www.isabelallende.com) que sirve tanto a todos cuántos hacen su tesis sobre ella como a quienes se deleitan con su gracia y de las 41.900 referencias a Isabel Allende que aparecen en Internet, (contra 610 del infrascrito).

Hasta ahora le he hablado de la magnitud y penetración de su obra, mas no de su calidad de testimonio sociológico literario de nuestra era. Su obra contiene la mayor proposición de arquetipos antropológicos y de dinámica intergrupal que haya producido la narrativa nacional.

Así todo, en lugar de leerla y estudiarla como lo hacen en altos centros académicos del mundo desarrollado, aquí no faltará el varón resentido que la acuse de ser una escritora popular o básica, por no decir “light”.

Conozco esa sorna de la intelectualidad chilensis a quien escriba claro y llegue a la gente. Tenga presente señora Ministra de Educación que también Honoré de Balzac fue tildado de ser de gusto popular, sobre todo entre las mujeres y ni Víctor Hugo logró que la Academia parisina aceptara entre sus pares al autor de “La Comedia Humana”, hoy considerada un hito de la literatura (y de la sociología) universal.

Por su parte, básico es sinónimo de esencial, de fundamental, y si un rasgo hemos de destacar de su obra es la capacidad de llegar a la esencia del alma humana, en especial de la mujer.

Afirmativo, señora Ministra, soy feminista y como feminista no quiero que vuelva a repetirse lo de Gabriela. Si bien a Isabel Allende no le han dado formalmente el premio Nóbel, el mundo la ha galardonado con honores comparables a los de la Academia Sueca (“Autora del Año”, Alemania 1984. “Doctora en Letras”, Columbia University, 1996. Profesora “Honoris Causa”, Universidad de Chile 1991, y otros 51 premios y distinciones más).

Pero lo principal es que su reputación es mayor que la de mucho Nóbel en circulación. ¿Puede, entonces, su propia tierra postergarle el Premio Nacional?

Por último, una mención a las cualidades humanas de la causante: Isabel Allende ha contribuido generosamente a obras de bien público. Desde la fundación para las mujeres golpeadas hasta talleres de artesanado en Illapel, pasando por un centro Creces en Chiloé, han recibido su ayuda.

Es por estos motivos, y por la gloria de las letras chilenas, que he venido de motu propio a proponer a doña Isabel Allende Llona al Premio Nacional de Literatura 2002.

Le saluda atentamente

Pablo Huneeus
Licenciado en Sociología de la Universidad de Chile
Doctor en Sociología de la Universidad de Paris (Sorbonne)

Se adjunta:
Formulario de Postulación a Premios Nacionales.
Currículum Vitae de la mentada escritora.
Un ejemplar de cada libro en idioma castellano.
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Ese año, el Premio Nacional de Literatura le fue otorgado a un dirigente del Partido Comunista llamado Volodia Teitelboim Volosky (1916-2008).

RÉPLICA:

LA ESTUPIDEZ DE LAS ACADEMIAS

Estimado Pablo: comparto sus apreciaciones sobre la injusticia de no concederle el Premio Nacional de Literatura a Isabel Allende. Un buen escritor es aquel que consigue conmovernos, trasladarnos a otros sitios, olvidar el aquí y el ahora; cuyas narraciones perviven en el recuerdo.

Vivía en Colombia cuando leí “De amor y de sombras” y le confieso que me atrapó la historia de Irene, con su madre siútica (no creo que exista otra palabra en castellano tan apropiada como esta expresión chilensis) y su pololo milico.

He seguido leyendo casi todos los libros que ha venido publicando. Algunos me encantan (“La ciudad de las bestias”) y otros no tanto (“Hija de la Fortuna”), pero soy una convencida de la calidad de su trayectoria literaria.

Pero así es la vida. No le dieron el Nóbel a Marguerite Yourcenar y en cambio se lo dieron a Solzhenitzyn, que por muy valiente que haya sido al denunciar los horrores del estalinismo, como escritor dejaba bastante que desear (digo yo, que fui incapaz de terminar su libro).
Saludos,

Gloria Toro
2 de julio de 2010

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