Pablo Huneeus
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CUESTIÓN DE APELLIDOS
por Pablo Huneeus

Si has leído el nuevo libro «La Extraña Historia de mi Familia» recordarás al final del capítulo II la media página dedicada a mi bisabuelo, alumno del Instituto Nacional y profesor de matemáticas del mismo, Jorge Huneeus Zegers (1835-89). Ahí menciono que siendo catedrático de derecho constitucional en la Universidad de Chile, tuvo entre sus alumnos a Arturo Prat Chacón, y que en la temporada de 1879 oficiaba de Ministro de Justicia, Culto y Enseñanza en el gobierno del presidente Aníbal Pinto Garmendia.

«La temporada» es la del cambulloneo político en que se divertían los oligarcas los meses que median entre las vendimias de marzo y las siembras de primavera, cuando los fundos son pura lluvia y heladas. Cumplido el deber cívico de revistar las tropas en la parada militar del 19 de septiembre, bajaban las persianas de sus palacetes en el casco histórico de la capital y partían en tropel a «culturizarse» unas semanas en Europa antes de irse a veranear al campo, en este caso a la hacienda «Florida» a once leguas al S/E de la Plaza de Armas, que había heredado su esposa, doña Domitila Gana Cruz.

Firmando papeles en su despacho del palacio de gobierno estaba nuestro personaje, cuando desciende del tren expreso de Valparaíso un tío suyo, don José Zegers Montenegro, hermano menor de Isidora. Toma el tío la primera calesa que pilla frente a la estación y se dirige a matacaballos a La Moneda con la hoy famosa carta que por gentileza de un vapor inglés había recibido de su hijo de diecisiete años, el guardiamarina Vicente Zegers Recasens, quien había salvado a nado de la corbeta «Esmeralda».

Fue de los últimos en abandonar el buque, y sólo cuando el agua le llegó a las rodillas. Fue recogido con otros náufragos por un bote del acorazado «Huáscar» y llevado en calidad de prisionero de guerra al Cuartel de Bomberos de Iquique.

Dicho puerto entonces pertenecía al Perú, pero lo más bien sus captores dejaron a este joven oficial de la Armada de Chile enviarle a su querido papá la extensa misiva, íntegramente reproducida en el citado libro, donde vació el tesoro que había rescatado del combate aquel: las últimas palabras del héroe.

A falta de grabadora o de celulares sumergibles, las había escondido en las aurículas de su corazón, junto a valiosos detalles del ambiente humano que reinaba la mañana del 21 de mayo en la siniestrada nave y que en Santiago nadie conocía.

Al ver lo que sin duda es la mejor crónica de nuestra literatura militar, podemos imaginar la conmoción del ministro; primero por enterarse que su querido primo seguía vivo y luego, por saber del altruismo y valentía con que se había inmolado su discípulo en derecho.

Se la llevó a Pinto, quien le pidió a Huneeus leérsela a la multitud que se había agolpado en la Plaza de la Constitución para saber de las hostilidades en el norte. Fue la mecha que inflamó el polvorín de patriotismo que guarda el subconsciente chileno.

Monógamo el hombre, además de liberal y demócrata, en homenaje a la gesta de Iquique a su octava cría, entonces por nacer, le puso «Victoria Esmeralda».

Una década más tarde, 21 de mayo de 1889, en pleno apogeo de la vida, a los 51 años de edad, al terminar de homenajear a Prat en el Congreso Pleno reunido para la ocasión, el tata Jorge siente un malestar. Cruza a su casa de ciudad en calle Catedral, frente al Congreso. Se recuesta a descansar, le sobreviene un infarto de miocardio, y sin alcanzar a decir palabra su alma despega hacia el infinito.

Su funeral fue todo un acontecimiento presidido por el propio Jefe de Estado y sus restos descansan en un lindo mausoleo del Cementerio General que familiares Huneeus y Zegers mantienen y visitan regularmente.

Pero ahora, esa luminaria de la enseñanza pública está siendo demolida por la impetuosa «industria de la educación superior». Mientras los siúticos de las inmobiliarias arrasan con la arquitectura señorial dejada por elite ilustrada de los años 1850 a 1950, para así instalar sus mamarrachos de vidrio y aluminio, los mercaderes de la educación hacen otro tanto con el Estado Docente construido en el mismo período.

En efecto, en el Diario Oficial del 19-jul-2013, entre una solicitud de «Servicios de construcción de la clase 37» y otra de «Chic Store Outlet Premium» en el rubro perfumería, y no lejos de «Pagoda Buffet Chino» para restaurant y motel, aparecen cuatro de una compañía denominada «Universidad Diego Portales» tendientes a convertir el nombre «Jorge Huneeus Zegers» y el de «Jorge Huneeus» a secas, en marcas comerciales de propiedad industrial, o sea de su exclusivo usufructo y mercadeo, a saber:

“Solicitud 1.055.834.- UNIVERSIDAD DIEGO PORTALES, CHILE.- Denominativa: «CATEDRA DE DERECHO CONSTITUCIONAL JORGE HUNEEUS».- Marca de Servicios: Servicios de educación, formación, instrucción, enseñanza y capacitación en niveles universitarios y de postgrado, de la clase 41. P.p. 12 de Julio de 2013.”

“Solicitud 1.055.836.- UNIVERSIDAD DIEGO PORTALES, CHILE.- Denominativa: «CATEDRA DE DERECHO CONSTITUCIONAL JORGE HUNEEUS ZEGERS».- Marca de Servicios: Servicios de educación, formación, instrucción, enseñanza y capacitación en niveles universitarios y de post-grado, de la clase 41. P.p. 12 de Julio de 2013.”

“Solicitud 1.055.839.- UNIVERSIDAD DIEGO PORTALES, CHILE.- Denominativa: «CATEDRA JORGE HUNEEUS». Marca de Servicios: Servicios de educación, formación, instrucción, enseñanza y capacitación en niveles universitarios y de post-grado, de la clase 41. P.p. 12 de Julio de 2013.”

“Solicitud 1.055.844.- UNIVERSIDAD DIEGO PORTALES, CHILE.- Denominativa: «CATEDRA JORGE HUNEEUS ZEGERS».- Marca de Servicios: Servicios de educación, formación, instrucción, enseñanza y capacitación en niveles universitarios y de post-grado, de la clase 41. P.p. 12 de Julio de 2013.”

El ejecutivo supremo (CEO) de dicha entidad es su rector, un tal Carlos Peña González, quien no ha tenido la deferencia de consultar a quienes llevan en la sangre la impronta de JHZ si aceptan que les expropien su ancestro para fines comerciales.

¿Fines comerciales? La sola facultad de derecho de la UDP posee 1.044 alumnos que pagan un arancel anual de $ 4.060.000.- lo que da una recaudación de 4 mil 238 millones 640 mil pesos, vale decir 8,5 millones de dólares.

Así todo, base de los emprendimientos privados en educación es revestirse con la nombradía de próceres del sistema público –Andrés Bello, Diego Portales, Gabriela Mistral o el mismo Huneeus– pues saben de la añoranza que hay por los intelectos decentes de la República.

Mejor, válganse de su propia gente y llamen a una asociación de lucro, «Universidad Harald Beyer», y a una fábrica de tinterillos, «Cátedra Carlos Peña González».

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