Pablo Huneeus
Seguir a @HuneeusPablo

MOCHILERO AL SURE
por Pablo Huneeus*

Los días de Año Nuevo un almacenero de Calbuco comentaba apenado que se han visto pocos mochileros este verano. ¿Qué habrá pasado?, se preguntó al momento en que arribamos en su camioneta al cruce donde uno debe optar entre ir hacia Pargua o Puerto Montt.

Es que la gente del sur echa de menos esta migración estacional de la juventud. Y lo que había pasado es que este año, se atrasó un poco nada más, seguramente debido a que en mucho colegio e instituto prolongaron las clases para recuperar el tiempo perdido en las protestas estudiantiles.

Al volver en febrero ahí estaban en el cruce de Pargua, soñando a orillas del Calle-Calle, admirando volcanes desde los camiones lecheros, durmiendo en las playas de Llanquihue, amaneciendo en los bosques de Petrohué, comiendo almejas con limón en Angelmó, rezándole a la Virgen en la fiesta de la Candelaria en Carelmapu, navegando en el transbordador a Chiloé‚ y haciendo dedo en todas partes.

Son jóvenes, en sus últimos años de liceo o primeros de universidad, que efectúan en verano un verdadero rito de iniciación a la vida adulta. Es la gran volada liberadora en que el joven demuestra al mundo que ha llegado a ser persona. Abre sus alas, y se lanza del nido a probar si se la puede.

Y aquel vuelo debe hacerse sin tutela materna y cualesquiera sean los costalazos, es un proceso clave en el crecimiento de la personalidad, comparable al primer vuelo solo del aprendiz a piloto de aviación. Por eso, debe ser un viaje sin amarras ni papás y hacia destinos distintos del lugar habitual de veraneo. Las emprenden por su cuenta, solos unos, en parejas de amigos o amigas otros, a tantear la vida desde su propia perspectiva.

Saco de dormir al hombro, una carpa sobre la mochila, bototos aguantadores en los pies, gorro de lana en la cabeza, tres pesos en el bolsillo y seis ideales en el alma, se largan a mascar el polvo de los caminos.

Es la manera de comulgar con su país, de compenetrarse del aire y del espíritu de Chile. Conocen camioneros, gente de los lugares, otros jóvenes como ellos, paisajes lindos y situaciones difíciles. A veces acampan en el bosque, si llueve en los fundos los dejan dormir en las pesebreras, pero los campesinos pobres siempre los hacen pasar adentro a compartir el fogón.

Los hay terrenales y marítimos, los que se aventuran por los caminos y los que las emprenden por el mar. Cuando me embarcaba en la isla se me acerca un par de estos náuticos a pedir que los llevara en la lancha a Puerto Montt. Andaban recorriendo el sur, pero por mar. De ahí querían encontrar una lancha velera que los llevara a Contáo o Aulen para luego llegar costeando hasta Cochamó o Dalcahue.

Otros vienen del sur. Un par me comenta que eran de Coyhaique y llegaron hasta Rancagua hacia el norte. Prefirieron no seguir porque encontraban que mientras más se acercaban a Santiago, más desconfiada y hosca era la gente.

Y otros, al ver a los mochileros felices llenándose los pulmones con el aire puro del sur, recuerdan sus propias andanzas. Cuando veo a dos muy sonrientes subir a una camioneta amarilla que ha parado a llevarlos, me dan ganas de cambiar mi maletín lleno de pagarés por la mochila de entonces, la que llevaba cuando nos lanzamos a la vida con mi amigo Salva.

Fue así, durmiendo en las plazas, viajando de pavo en vagones de carga y haciendo dedo en los cruces de caminos que descubrí este "sure" que había de hacerme tan feliz.

+++
*Del libro A PIEL VIVA de Pablo Huneeus Cox. Registro de Propiedad Intelectual N° 65.828l, Primera edición, diciembre de 1986.

Contacto Pablo Huneeus