Pablo Huneeus
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EL QUILLAY QUE NUNCA FUE REGADO
por Pablo Huneeus

Desde tiempos inmemoriales –no se sabe, nadie lo vio nacer– estaba el quillay de marras en el cerro Manquehue, el más alto del valle de Santiago (1.638 m), en una de las calles que traspasa la formación boscosa (boldos, litres, peumos, espinos y quillayes) que cubre y sujeta la ladera oriente de este monte, que en realidad es un volcán apagado.

En los 19 millones de años que el Manquehue lleva sin eruptar ha protagonizado mucho alud y derrumbe cuya extensión es fácil apreciar a simple vista, es todo laja y gravilla suelta. También ha acogido en su paredones escarpados, nidos de águilas que aprendieron a usar los vientos ascendentes de media tarde para permanecer suspendidos en el aire hasta abalanzarse en picada sobre algún reptil.

Siendo un empinado faro a todo sol, no tiene agua, glaciares ni vertientes por lo que ha obrado una selección natural de las especies que alberga en sus faldeos. Deben ser capaces de resistir a secas cuatro meses de canícula, de tener fibra para sujetar su tierra natal (que no se la lleve la lluvia invernal) y de dar, desde su tierna infancia, hojas duras, mas bien leñosas, que ningún mamut, llamo o conejo quiera masticar.

El litre, en su lentitud, va formando con la hoja su propia capa vegetal, la que atesora bajo su follaje para nutrir bajo las piedras sus raíces rojas, de madera firme como roca, con la cual los indígenas hacían amuletos mágicos.

En el caso del quillay, «quillaja saponaria» es su nombre científico, siendo originario de la zona central de Chile, la medicina incásica bien conocía las propiedades desinfectantes de su corteza, que molida actúa como jabón y cura de la calvicie. En España e Israel se ha introducido para forestar zonas áridas, mientras a California lo han llevado para ornamentación.

A solas, a la libre digamos, alcanza en sepa Dios cuántos años entre 15 y 20 metros de altura. Pero si se les riega, sea con el desagüe de la ducha o del lavaplatos, como en mi casa, se disparan hacia arriba y los lados, felices de la vida. Ídem el litre, con un modesto gotero de verano, lo que era un matorral grisáceo abre sus alas para elevarse, entero de verde, como diciendo, gracias amigo por el vaso de agua.

La calle del quillay que nos ocupa se llama Vía Gris, es ciega, y está al final de la Vía Roja, que es por donde se sube al Manquehue. El lunes 9-abr-12 entró de sopetón un camión gigantesco con una flamante retroexcavadora Komatsu encima, seguido de un chivateo de camiones tolva y un tractor de pala frontal, de esos para empujar tierra y cargar escombros arriba de los camiones, lo típico de los edificios que asolan la capital.

Al frente, 120 metro más arriba, en el terreno asignado con el Nº 9480 que acaba le adquirir el agente financiero Alexander Baumann, recién venido de Suiza a captar fondos de las AFP, desata el más violento ensañamiento contra el bosque nativo que recuerde la comarca.

Nunca había visto tantas máquinas y tantos hombres rechonchos, –unos 15 camioneros y tractoristas– empeñados en destruir tan pocos árboles.

Era el quillay, de unos 12 metros de alto, contra todos. Le expliqué al capataz que está en la vía pública, a menos de 7,50 m del eje de la calzada por lo que no deben tocarlo.

– El plano dice que por aquí va la entrada, –dice, –y por aquí tengo que pasar con el camino.

–Pero si se corre unos metros hacia arriba (el terreno tiene 60 m de frente) salva el árbol que, por lo demás, sujeta todo ese planchón de venirse sobre la calle.

Se dio vuelta sin responder, mientras el suizo no era habido, por lo que llamé a la Municipalidad de Vitacura.

A los minutos llegó una patrullera de Seguridad Ciudadana que exigió ver el permiso de construcción, que estaba en orden y se retiró sin más.

Es así como hacia las tres de la tarde me tocó presenciar la desigual lucha de una retroexcavadora gigante venida del frío contra un noble árbol nativo que es patrimonio de todos los chilenos y no ha hecho daño ni molesta a nadie.

Con la horquilla lo zamarreaban de las mechas y remecían de abajo- ¡Pobrecito cómo se iba de un lado a otro zumbando sus ramas como huascas al viento!

El árbol cortado con hacha o motosierra cae con cierta dignidad. En cambio esto era con odio, como cuando humillan al vencido antes de matarlo.

¡Ah, no haber tenido cámara de video!

Con el celular pude sacar tres fotos que dirigí junto a la denuncia a la Dirección de Medio Ambiente de la Municipalidad, (Luís González Osorio, Ingeniero Forestal. Encargado de Arbolado Urbano) y a la CONAF (Andrés Flores del Castillo, Jefe Provincial RM)

Vinieron, pues el permiso de construcción no exonera del cumplimiento de las nuevas leyes medio ambientales que protegen, no sólo el bosque tupido, sino también las formaciones boscosas y ejemplares individuales de especies protegidas en zonas urbanas.

Cuatro citaciones ante la justicia le fueron cursadas al propietario, dos por la obra misma que debe reunir cierto requisitos como cierro perimetral, número y permiso a la vista, etc. y dos por daño al bien común y tala de bosque nativo sin plan de manejo.

A veces arquitectos, contratistas de movimientos de tierra y las mismas municipalidades violan las leyes que protegen al árbol. Pero también la autoridad, si uno da con el funcionario encargado, sale a defender el medio ambiente.

Moraleja: no murió en vano el quillay que nunca fue regado. No enseño la importancia de sacar la voz de mañana.

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