Pablo Huneeus
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EL LIBRE MERCADO DE LAS IDEAS
O EL DERECHO A OFENDER (2ª parte)
por Pablo Huneeus


Las mamas al aire de la revista “Playboy” son juego de niños al lado de los aberrantes coitos de la revista “Hustler”, cuyo nombre (patín o prostituta callejera) ya denota su desenfrenado erotismo. En noviembre de 1983 publicó una burlesca imitación de un aviso de Campari en el cual diversas personalidades cuentan “su primera vez” que degustaron el mentado licor.

Con el mismo formato del aviso pusieron en la revista una caricatura del predicador fundamentalista Jerry Falwell en la cual se mostraba que “su primera vez” fue al mantener relaciones con su madre, en estado de total ebriedad, dentro de una letrina campestre. Por las dudas, en un globo dice: “parodia, no para tomar en serio.”

Falwell se querelló por “emotional distress” (daños morales) y la Corte de Apelaciones falló en su favor, ordenando que se le pagara una millonaria indemnización. Pero al apelarse el caso ante la Corte Suprema de los Estados Unidas, ésta revertió dicho fallo por los siguientes motivos:

“A efectos de proteger el libre flujo de ideas y opiniones en materias de interés público, la Primera y Decimocuarta enmienda (de la Constitución de USA) prohíbe a figuras y autoridades públicas resarcirse de daños morales infligidos por la publicación de una caricatura como es la parodia del aviso, en la cual no se hacen afirmaciones de hecho con evidente malicia, vale decir con pleno conocimiento de que esa información es falsa...”

O sea, tenemos aquí tres conceptos clave:

1.- EL LIBRE FLUJO DE IDEAS. A diferencia de los regímenes totalitarios, como el Nacional Socialista de Hitler o el marxista de Cuba hoy, en los cuales es obligatorio adherir al dogma oficial, Estados Unidos se funda sobre la base de la libre competencia de ideas. Su principio orientador es que todo invento, programa o sistema puede ser superado por otro mejor. Cita el fallo de marras uno histórico de 1919 a favor del derecho de los anarquistas a difundir su ideología. “El mejor camino para alcanzar la anhelada verdad superior es por medio del flujo abierto de información, ya que la mejor prueba de una verdad es su aceptación en la competencia que se establece en un libre mercado de las ideas.”

“El derecho a ventear sin miedo lo que uno piensa”, agrega, “no sólo es un componente de la libertad individual, y como tal un bien en sí mismo, sino que es también esencial en la lucha colectiva por la verdad y la vitalidad de la sociedad en su conjunto.”

Y respecto a la sátira política “A pesar de ser a menudo cáusticas, desde las tempranas caricaturas mostrando a George Washington como burro hasta el día de hoy, las historietas gráficas y caricaturas satíricas han jugado un rol prominente en la política y el debate público... Desde la perspectiva histórica es claro que nuestro discurso político habría sido considerablemente más pobre sin ellas.”

2.- LA AUTORIDAD ES OBJETO DE LA OPINIÓN PÚBLICA. En las monarquías la autoridad emana de Dios (!) siendo los españoles, por ejemplo, “súbditos” del rey. En las democracias, emana del pueblo, siendo los chilenos, por ejemplo, “ciudadanos” de la República. Y es precisamente en el libro VII de “La República” de Platón donde Sócrates le explica a Ademantio que “cuando los pobres triunfan, el resultado es democracia. Entonces, la libertad y la parresia (el hablar franco) andan por todos lados y todos pueden hacer lo que quieran. Así, cada persona puede arreglar su vida a su gusto.”

Es el famoso “be all you can be” (sé todo lo que puedas ser) de los americanos. En palabras del mentado fallo “una de las prerrogativas de ser ciudadano americano es el derecho de criticar a las personalidades y políticas públicas. Tal crítica, inevitablemente no siempre será razonada ni respetuosa por lo que las figuras públicas y personeros de alto rango serán objeto de ataques vehementes, cáusticos y a veces desagradables.”

3.- NO A LA FALSEDAD DE MALA FE. Hay una salvaguarda en el derecho a ofender, que es la prohibición, so pena de horribles penitencias, de difundir elementos de hecho, (no opiniones) sabidamente falsos. Sería el caso de afirmar, a sabiendas de que no es verdad, que determinado obispo asaltó a mano armada el Scotiabank o que tal ministro de Estado se afanó tantos millones.

Y por último, un argumento chilote en favor del derecho a ofender: es como el camión basurero: mete mucho ruido, a nadie le gusta, pero mantiene limpia la ciudad.

Moraleja: haga Patria, atrévase a decírselas todas.

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