EL ALCALDE DE PELOTILLEHUE
por Pablo Huneeus

El alcalde de Pelotillehue es un chico listo. Regordete como angelito de altar, para disimular su corta estatura estampa con lapicera su rúbrica en el muslo de las cafetineras. Y como los pelotillehuenses no le trabajan mucho a las ideas, él les da circo permanente.

—¿Qué podemos hacer con toda esta plata que juntamos con los permisos de circulación de marzo? – se preguntó un día de abril, —hagamos algo entretenido, simpático.

—Queremos viajar papito, –respondió su enano de compañía.

—Llévanos al Caribe, al trópico, —gritaron los bufones de su comparsa, —mira que se nos está enfriando la mollera con tantos días sin pega.

—Bueno chiquillos, —dijo siempre sonriendo —a la vuelta de Semana Santa nos pegamos un pique a Tahití. Tú junta los morlacos, tú sácate remedios de los consultorios y tú Pelao ubícate una mina para impresionar.

Y así un martes cualquiera, el alcalde se presentó en el aeródromo con una docena de pregoneros, dos enfermeras, un matasanos para casos de infarto y una mansa corista para avivar la cueca.

Desde entonces, en Pelotillehue no se ha hablado de otra cosa. Crisis energética, revolución en Irak, alza de aranceles, tensión con Bolivia, nada importa al lado del espectáculo que nos brinda el alcalde.

Tampoco importa qué hicieron allá, con qué ropa y para qué objetivo. Lo que cuenta es actuar. Acción y audacia, recomendaba “Il Duce” Mussolini para que el partido fascista acabara con la democracia. Bandas poblacionales, acuerdos con los católicos, asalto a la propiedad pública, golpes sobre la mesa, todo vale para alcanzar el poder total. Una semanita en la playa, bien publicitada, también.

Total, como decía la Carmela de San Rosendo: “Allá la vida es bien sana, pero nunca pasa ná. Se trabaja todo el día, se duerme al anochecer. Y apenas clarea el alba trabajamos otra vez.”

Entonces ¿qué mejor para Pelotillehue que un animador a la cabeza?

Moraleja: más vale un show en la mano, que cien volando.