A LIBERALIZAR LA DROGA
por Pablo Huneeus
El reportaje del programa “Informe Especial” de Televisión Nacional, emitido el jueves pasado, donde vimos cómo reina y campea la droga en una pobla de la capital, es otra demostración del absurdo que es tratar un problema social con mentalidad militar.
Como adicto a la droga que soy, siento que esto de inmiscuirse en los placeres íntimos de la persona atenta contra las libertades individuales. No me gustaría que en la mañana, al meter en el molinillo una porción del negro estupefaciente colombiano al cual me he acostumbrado, llegara la policía a encarcelarme, como en la Edad Media en Sajonia, cuando consideraron satánicos a los bebedores del oscuro brebaje.
Afortunadamente, la puedo comprar en paquetes de medio kilo en el supermercado “Jumbo”, donde hay un estricto control de la calidad del producto, y a un precio razonable, cuando no me la trae en cantidades mi cuñada Ximena desde Ecuador, sin problema alguno en la aduana.
Al abrir el molinillo la inhalo, sintiendo un especie de empujón al espíritu que culmina con la ingesta de esa droga, mi adorada “Coffea arábiga”, comúnmente denominada café, disuelta en agua caliente. ¡Ah!, coronada de leche espumante en un tazón al desayuno, mis enzimas neuroreceptoras terminan de despertar.
Luego, si en el centro de la ciudad siento síntomas de deprivación –tedio, tiritones, bajoneo– en locales limpios, agradables, con o sin piernas, por media luca puedo pegarme otro aventón expreso o cortado, sin que ningún agente del Estado me vigile o penalice por ello.
¿Por qué otras drogas no? Es sabido que la cocaína, la heroína, la misma morfina contra el dolor, a igual que los sicotrópicos de farmacia y otros estupaficientes “duros” suelen causar demencia, estallidos de violencia y adicción incontrolable, tal como el alcohol está presente en mucha senectud prematura, accidente de tránsito y violación. Pero encarcelar a enfermos por droga, ocupar militarmente poblaciones, malgastar policía que debía estar ocupada de verdaderos delitos y todo eso, ha demostrado no ser la solución. Mejor, darle oportunidades a la juventud.
También en exceso el café suele provocar infarto y colapso hepático, pero gracias a que es legal, puedo abiertamente hablarle al médico de mi adicción, y tratarla si es el caso, además de adquirirlo sin relacionarme con mafiosos ni pasar a engrosar las atiborradas cárceles por algo que no hace más daño, si lo hace, que a mi mismo.
Más aún, si fuera prohibido, mucho cafetómano andaríamos en otra peor, sin duda más compacta, porque lo que hace la penalización de estimulantes naturales, pero voluminosos y fáciles de detectar, como la marihuana, es favorecer sustancias químicas execrables, como la pasta base o el éctasis, que son fáciles de esconder.
Quien mejor plantea este enfoque liberal de la droga es el profesor Milton Friedman, Premio Nobel de Economía 1976. Es por ello que como contribución al esclarecimiento del problema, traduje a continuación su vilipendiado artículo de treinta años atrás, y que el tiempo ha demostrado tener razón.
Se llama “Prohibition and Drugs”. Recordemos que la “Prohibición” es el movimiento de raíz cristiana contra los estragos del copete y de los “saloons” (bares, cervecerías) del 1900, antros de crimen y prostitución que atentaban contra las buenas costumbres. La proscripción legal a elaborar, vender o transportar bebidas alcohólicas se inició en 1919 con la enmienda 18 a la Constitución de los Estados Unidos. Duró hasta ser derogada por la enmienda 21 en Diciembre de 1933.
No hizo bajar ni la producción ni la ingesta alcohólica, pero creó un nuevo tipo de criminal, el “bootlegger”, traficante de licores, entre los cuales destaca el gangster Al Capone con ingresos de 60 millones de dólares anuales y matanzas de bandas rivales como la de San Valentino en Chicago, tras la cual asumió una posición dominante del mercado.
En cuanto a Friedman, invitado por sus discípulos, los “Chicago Boys” artífices del modelo neo liberal, en 1975 hizo una visita de cinco días a Chile, oportunidad en que dio una conferencia, buenísima, en la Universidad Católica. Quedé con la sensación de que era un humanista, interesado más que nada en liberar el potencial del individuo y que el dilecto grupo de economistas al servicio del gobierno militar, lo había secuestrado para que bendijera el saqueo de empresas de todos los chilenos, como la Empresa Nacional de Electricidad (ENDESA), la Compañía de Acero del Pacífico (CAP) y la Línea Aérea Nacional (LAN). Todas, buenas empresas que fueron privatizadas para convertir a esos servidores de la libertad en millonarios.
En posteriores entrevistas, Friedman negó la compatibilidad entre su recetario liberal y las condiciones de opresión propias de una dictadura.
Prohibition and Drugs
por Milton Friedman
Revista Newsweek, 1 de Mayo de 1972
“El reino de las lágrimas ha terminado. Pronto las poblaciones desaparecerán. Convertiremos las prisiones en fábricas y las cárceles en tiendas y salas cuna. El hombre se alazará orgulloso, la mujer sonreirá y los niños reirán. El infierno será para siempre arrendado.”
Esta es la manera en que Billy Sunday, el destacado evangelista y líder de la cruzada contra el demonio Aguardiente, celebró el inicio de la Prohibición (de bebidas alcohólicas) hacia 1920.
Ahora sabemos la forma trágica en que pereció su ilusión. Hubo que construir nuevas cárceles para albergar los criminales engendrados por convertir el trago en delito contra el Estado. La Prohibición degradó el respeto a la autoridad, corrompió el imperio de la ley, provocó un clima moral decadente, pero no redujo el consumo de alcohol.
A pesar de esta trágica lección, parecemos inclinarnos a repetir exactamente el mismo error con la droga.
ÉTICA Y EFICIENCIA
Desde el punto de vista ético, ¿tenemos derecho a usar la maquinaria del Estado para impedirle a un individuo que se convierta en adicto al alcohol o a la droga?
Respecto a los niños casi todos dirían que sí. Pero tratándose de adultos responsables yo, al menos, diría que no. Razonar con el posible adicto, sí. Decirle las consecuencias, sí. Rezar por él, también. Pero creo que no tenemos derecho a usar la fuerza, directa o indirectamente, para impedirle a un congénere de la especie humana suicidarse, menos que beba alcohol o tome droga.
Acepto gustoso que el tema ético es difícil y que mucho hombre de buena voluntad pueda disentir. Afortunadamente, no necesitamos resolver la cuestión ética para llegar a acuerdo sobre una política. La Prohibición es un intento de curación que empeora las cosas tanto para el adicto como para el resto de nosotros. Por eso, aunque Ud. considere éticamente justificable la actual política anti drogas, consideraciones de eficiencia hacen esa política inservible.
Piense primero en el adicto. Legalizar la droga puede incrementar la cantidad de adictos, pero no está claro que así sea. Más importante, mucho droga adictos son deliberadamente fabricados por promotores que dan a potenciales clientes las primeras dosis gratis. Le conviene al promotor porque una vez enganchado, el adicto es un cliente cautivo. Si la droga estuviera legalmente disponible, no habría utilidades en tan inhumana actividad porque el adicto la obtendría de la fuente más barata.
Pase lo que pase con el número de adictos, el adicto individual estaría claramente mejor si la droga fuera legal. Hoy la droga es increíblemente cara y de calidad sumamente dudosa. Los adictos están obligados a relacionarse con criminales para obtener droga, se convierten ellos mismos en criminales para financiar su manía y corren constante riesgo de muerte y enfermedad.
Piense ahora en al resto de nosotros. Aquí la situación es clarísima. El daño que nos causa a nosotros la adicción de otros deriva casi enteramente del hecho de que la droga es ilegal. Un reciente estudio de la Asociación de Magistrados indica que entre un tercio y la mitad de todo el crimen callejero de los Estados Unidos lo cometen adictos. Legalice la droga y el crimen en las calles bajaría dramáticamente.
Encima, adictos y promotores no son los únicos susceptibles de corrupción. Hay grandes sumas en juego. Es inevitable que policías y funcionarios de gobierno mal pagados y otros de altos ingresos también, sucumban a la tentación de la plata fácil.
ORDEN Y SEGURIDAD
Junto con reducir el crimen, legalizar la droga mejoraría las posibilidades de hacer que se cumpla la ley. ¿Puede Ud. concebir alguna otra medida que logre tanto a favor del orden y la seguridad?
Pero, Ud. dirá ¿debemos aceptar la derrota? ¿Por qué no simplemente acabar con el narcotráfico? Ahí es donde la experiencia con la Prohibición es tan relevante. No podemos acabar con el narcotráfico. Podremos cortar el opio de Turquía, pero hay innumerables otros lugares donde crece la amapola opífera.
Con la ayuda de los franceses podremos convertir Marsella en un lugar inseguro para manufacturar heroína, pero hay innumerables otros lugares donde realizar las simples operaciones para hacerla. Mientras corra mucho dinero, y mucho es el que correrá mientras la droga sea ilegal, es literalmente imposible pretender reducir el tráfico o al menos reducir su alcance. Con la droga, como en otras áreas, la persuasión y el ejemplo tienden a ser mucho más efectivos que la fuerza para moldear a otros a nuestra imagen y semejanza.