LA MUERTE SOBRE RUEDAS
por Pablo Huneeus
Cuando busco de qué se muere en mi familia, encuentro que lo típico ha sido terminar la existencia de viejo, frisando los ochenta, en cama. Un par de suicidios, un tío abuelo ahogado tratando de salvar a un primo en el río Ñuble, otro demente muy joven, pero nadie en la guerra, de parto, caído del caballo o naufragado en alta mar.
Vengo, pues, de un mundo donde prima la muerte natural.
Pero a raíz del fatal accidente acaecido a una amiga en la cuesta La Dormida, desperté a la realidad de que doña Muerte es tanta o más ingeniosa que su enérgica hermana, misia Vida Del Planeta Tierra. Aprendió a andar en bicicleta, a pilotar aviones y no bien terminaron de fabricar el primer correcaminos motorizado y la pelada de guadaña se instaló al volante.
La primera víctima fatal del automóvil que registre la historia es la señora Bridget Driscol, 44, quien el miércoles 17 de agosto de 1896 a la salida del Cristal Palace de Londres, pereció arrollada por un Roger-Benz que circulaba por la ciudad a la entonces inverosímil velocidad de diez kilómetros por hora.
Hoy la ingeniosa doña corre sobre ruedas y cada día a mayor velocidad. Son 1.2 millones de almas las que anualmente se elevan a la eternidad en accidentes de tránsito, más unos tres millones de heridos y hacia el 2020 sobrepasará a los infartos y al cáncer como la primera causa mundial de muerte.
En Chile, son cerca de 2000 víctimas fatales al año, o sea más que las bajas durante igual lapso en la Guerra del Pacífico. En lo que va corrido del año, más de doscientas personas han perecido en el lugar mismo del accidente carretero. No se contabilizan quienes mueren después a consecuencias del evento, como suelen decirle al desparramo de hierros, vidrio y sangre que va dejando el auto por donde sea que transite.
Así todo, en lugar de tomar las estadísticas como referente, en un proceso de varios días comencé a exhumar de mi memoria las personas que alguna vez he conocido cara a cara, sea como compañeros de curso, profesores, vecinos, parientes o clientes y que han terminado violentamente destrozadas por vehículos motorizados.
En accidentes aéreos se me han ido ocho, a saber: don Eulogio Sánchez Errázuriz, en cuyo Bonanza una vez volé junto a mi padre; don Samuel Ulloa Ruiz, quien una vez me llevó de urgencia en un avioncito mínimo de Castro a Puerto Montt; el cineasta Felipe Yrarrázaval, la periodista Silvia Pinto, el ingeniero Juan Pedrals Gili, la productora de televisión Sonia Fuchs Klein; el joven amigo de mi hija, Lucien Bonacic y don Rafael Cañas Alemparte, antiguo poblador del mismo barrio quien, piloteando su bimotor, el verano pasado se elevó a la eternidad desde Riñinahue, a orillas del lago Ranco.
En cambio sobre ruedas, y siempre en el limitado ámbito de las amistades que uno tiene, han sucumbido las siguientes veinticinco:
+ Carlos Riesco Bezanilla, 15, compañero de curso del colegio San Ignacio, en un fundo al volcar el auto conducido por el mayordomo.
+ El flaco Herrera, 16, compañero de curso al abrirse puerta del auto en que volvía de una fiesta.
+ Manuel Almuna, mecánico, contra una micro que se le atravesó en la Alameda a la altura de Av. Portugal cuando iba en su moto Triumph a comprar repuestos.
+ Jaime Eyzaguirre Gutiérrez, 59, insigne historiador y brillante conferencista de los que disertaba una hora sin consultar papel alguno, al ser impactada su Citroneta por un camión en San Fernando, 1968.
+ Beatriz Ducci Budge, la más hermosa y admirada debutante de mis tiempos de soltero. Atropellada frente a una zapatería de Av. Vicuña Mackenna.
+ Raúl Ducci Claro, risueño amigo de mis padres y tío de Beatriz, tras ser colisionado por una monja del Villa María Academy en Av. Américo Vespucio con Pdte. Riesco, 1971.
+ Rodrigo Ambrosio Brieva, 31, sociólogo, dirigente del MAPU, al impactar su Fiat 600 contra un oscuro camión cargado de cemento, cerca de Llay-Llay, 1972.
+ Mario Góngora Del Campo, 70, cuya cátedra de Filosofía de la Historia nos abrió la mente a temas como la fenomenología de Hegel, desangrado a muerte por un motociclista cuando cruzaba caminando la calle Diagonal Oriente, 1985.
+ Manuel Francisco Mesa Seco, 66, escritor y abogado de Linares, al colisionar contra máquinas de pavimentación en la ruta 5 Sur, 1991.
+ Sergio Gutiérrez Olivos, 72, jurista y embajador, nos visitaba en la isla, bajo un camión detenido camino a Pirque, 1993.
+ Samuel Yrarrázaval Rojas, osado piloto civil que alguna vez me llevó a hacer piruetas en su avión, al estrellarse en auto cerca de Los Vilos.
+ Luz Baudrand, fallecida en el mismo accidente.
+ Leonardo Prieto Vial, 67, marino de guerra, jinete de exhibición y diplomático, al cruzar a pie Av. Kennedy, 2003.
+ Miguel Ángel Vela Vargas, filósofo de Ecuador, junto a su esposa Sandra, al desbarrancarse su Jeep en la ruta de Ambato al otro día de casarse. Tardaron semanas en encontrar sus restos, 1999.
+ Adolfo Ballas Azócar, 72, liberal, primer alcalde de Vitacura, presidente del Club Hípico, aplastado por las ruedas traseras de un bus frente a la Clínica Alemana, 2005.
+ Javier Cox Ureta, hijo de mi primo José Miguel Cox Vial, al darse vuelta en el sur.
+ Horacio Ried Undurraga, en su auto, arrollado por alcance en Av.Kennedy. Nuestra amiga, Mónica Grez, que iba a su lado quedó gravemente herida.
+ Marcela Noriega Fedelli, vecina de Lo Curro, al estrellarse el taxi que la llevaba al aeropuerto de Caracas, tras un viaje de ensueño por el Caribe.
+ Hija, 16, del Sr.Vera Giannini que vivía al frente, camino al Saint George's College, contra un drogo en camioneta. Su madre quedó inválida en silla de ruedas y murió dos años después.
+ Maruja Herane H., tía de Verónica y amiga de siempre de sus padres, atropellada al cruzar Av. Providencia.
+ Manuel Ríos Izquierdo, 20, frente al Sheraton, corriendo en moto a ninguna parte, contra un hombre a pie, quien también murió, 2006.
+ Sergio Vergara Vidaurre, 24, nieto muy querido de Sergio Vergara Larraín (hermano mayor de Delia), tras una fiesta en Cachagua, 2007.
+ Antai Aguilera Becerra, 19, joven sobrino del electricista Rafa Becerra, quien estuvo ayudando a su tío en un trabajo en mi casa, atropellado por un bus del Transantiago en Av. Santa Rosa, 2008.
+ Ana Elena Puz Acosta, 60, quien nos visitara con su familia en la isla. En noviembre pasado estuvimos con ella en el lanzamiento del libro de su hermana Amanda. Funcionaria del Fondo de Solidaridad e Inversión Social, FOSIS, al término de una jornada de evaluación en Olmué. En la cuesta La Dormida el chofer del bus tomó demasiado rápido una curva, lanzando la máquina a una quebrada, 2009.
+ Thomas P. McDermott, 73, abogado de Boston, casado con María chilena, tres hijas. Desde su casa de veraneo en Panitao, cerca de Calbuco, donde disfrutamos más de un curanto, fue a conocer Tierra del Fuego con dos amigos. En una excursión de pesca en el lado argentina volcó el todo terreno en que viajaban. Sólo sobrevivió el conductor, William Smith Kanaga, 83, 25 de febrero de 2009.
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AVISO
Luego del fatal accidente que se llevó a un amigo, comprendió que Doña Muerte es tanto o más ingeniosa que su impetuoso compadre Don Planeta Tierra Viva.
Ella aprendió a andar en bicicleta, pilotar aviones y no bien terminaban de fabricar el primer correcaminos a motor, le instaló su guadaña al volante.
Ante tan variados logros, seas mecánico o jugador pro de
Party Poker, la maestría es lo que nos convierte en seres útiles.
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