Pablo Huneeus
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EN LA RECTA FINAL
por Pablo Huneeus

A dos millonarios ha quedado reducida la carrera por el cetro, uno dueño de fortuna personal que bordea los mil millones de dólares, el otro con un capital operativo de al menos cinco millones de dólares, más una renta parlamentaria de 6,7 millones de pesos mensuales.

El prohombre de la especulación financiera y el arquetipo del oportunismo político, derecha e izquierda unidas en valerse del patrimonio público para el enriquecimiento personal.

Pero aparte de poderosas chequeras para embellecer las calles con sus caras, tienen estos contrincantes más en común de lo que el ojo deja ver. Ninguno dice lo que piensa, ni piensa lo que dice, pues los dos remedan sin cesar las muletillas de sus asesores publicitarios. Ni la música que les acompaña es buena, y si ideas tienen, se las guardan cual chocolates en el bolsillo.

Ambos son nacidos y criados en Santiago es Chile –la provincia no cuenta en peleas de perros grandes– y comparten, aunque cada uno a su manera, la impronta de papás con fuerte personalidad, influyentes y adinerados, que apuntalaron a sus retoños hasta bien pasada la adolescencia.

El padre de Sebastián, el ingeniero y diplomático José Piñera Carvallo (1917-91), nacido en París, fue gran amigo y compinche del papá de Eduardo II, el periodista y abogado Eduardo Frei Montalva (1911-82). Allegados al humanismo cristiano, son de los fundadores de la Falange Nacional que dio lugar al PDC.

Don Pepe, hombre de arrolladora simpatía, era difícil no sentirse amigo suyo. Mofándose de su pinta de rabino, una vez contó en casa de Ramón Huidobro en Ginebra cuánto le gustaba pasear por el barrio judío de Nueva York: “Ah, me pongo mi sombrero y con mi señora del brazo, salgo a pasear y todos me saludan como paisano.”

Por su parte, Frei padre, ¡increíble! tenía su carisma. A pesar de su físico de cóndor entumido, encantaba a la gente, conversaba de lo lindo y reía con naturalidad. De él aprendí cuán bueno es comer lechuga antes de ir a un evento: da una sensación de saciedad que evita llenarse de comida chatarra.

Curioso, su apellido de origen suizo. Frei en alemán significa libre, entonces en Dresden o Leipizig un taxi disponible, enciende un letrero que dice FREI. Y en cuanto a la conexión hebrea, a la entrada del campo de concentración de Auschwitz había un cartel metálico de 5 metros de alto que rezaba: ARBEIT MACHT FREI (El trabajo os hace libre).

¿Será por esa impronta libertaria que Frei hijo, siendo él Presidente (1994-2000) se esmeró en zafar a Pinochet de su arresto en Londres?

Como sea, ambos no sólo viven en el barrio más exclusivo de la capital y tienen esposas rubias: están entroncados por el apellido materno –Ruiz-Tagle y Echenique respectivamente– a la más rancia aristocracia chilensis.

Los dos confiesan pertenecer a la religión católica.

Junto a la fe en Dios uno y trino, comulgan el ardor místico por la primera magistratura de la nación. ¿Para qué? Frei Ruiz-Tagle a sus 67 años de edad ya se mamó seis años en el palacio de La Moneda y disfruta de una bien rentada y tranquila senaturía de la región de Los Lagos hasta el año 2014, cuando ha de cumplir 72. ¿Por qué en vez no escribe sus memorias?

Tampoco se explica por qué, Piñera Echenique, un hombre de talento literario que dedicó sus mejores años a los negocios, opte ahora por la política. Frisando los sesenta de edad tiene sus historias qué contar, casa a orilla de lago, linda familia, enorme hacienda en Chiloé y salud de sobra para vivir feliz lejos del bullicio. Además muchos, pero muchos árboles plantados. ¿Qué más quiere?

Ni escribir un libro le falta. En 1973, cuando Sebastián tenía 24 y el infrascrito 32, la Editorial del Pacífico publicó un sesudo volumen de 258 páginas llamado: CHILE: EL COSTO SOCIAL DE LA DEPENDENCIA IDEOLÓGICA. Sus autores*, consignados en la portada por orden alfabético, son: Pablo Huneeus, Claudio Orrego, Eduardo Palma, Sebastián Piñera y Andrés Sanfuentes.

*Ver: “Imagen relacionada”

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