Pablo Huneeus
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EL IMPACTO SOCIOLÓGICO DE UN M 8.8
por Pablo Huneeus

Los efectos geológicos del terremoto que abofeteó a Chile la madrugada del sábado 27 de febrero 2010 son archiconocidos: hora local 03.34, duración tres minutos. Magnitud 8.8 en la escala de Richter.

Epicentro, informa al instante el USGS, a 35 kilómetros de profundidad, mar adentro entre las desembocaduras de los ríos Maule y Bío Bío.

Coordenadas geográficas en la superficie (hipocentro): 35.909°S, 72.733°W, o sea al poniente de Cobquecura, en un lugar de la inmensidad acuática que dista 95 Km. de Chillán, 105 Km. de Concepción, la segunda y más pujante ciudad del país, 115 Km. de la tradicional y muy grata Talca, y 335 Km. de Santiago.

Causa: otro incidente más de la pugna, desatada 500 millones de años atrás, entre las placas tectónicas de Nazca, que empuja en suave pendiente hacia el oeste y la de Sudamérica, horizontal y fría, que carga hacia África. A cien kilómetros de hondura, a lo largo de un frente de 900 kilómetros en paralelo a la costa chilena, están trenzadas en una guerra eterna de presión y contrapresión.

Obstinada por hundirnos en el océano Pacífico, Nazca avanza siete metros por siglo en la misma dirección -oeste- a que apuntan los 7.000 guerreros de terracota, infantes y de a caballo, que dos siglos antes de nuestra era fueron soterrados en las estepas de China central.

En el proceso, el continente, otrora enteramente liso, como sigue siendo la planicie amazónica y la pampa argentina, se ha ido arrugando al extremo de conformar en su borde poniente una barrera de cordilleras movedizas. En su marcha inexorable, las montañas van precedidas de fosas marinas que, a poco andar de la costa, caen casi en vertical desde unos cien metros de fondo que tiene la cornisa costera, a un abismo de cinco mil y más metros.

Entretanto arriba del aire, las altas cumbres del cordón andino claman al cielo por paz en la Tierra.

Así todo, consubstancial al tembloroso pujo y repujo de materia al rojo vivo, -el magma bordea los 1.200º C de temperatura- es la eyección de metales nobles. Por medio de erupciones cargadas de azufre y cenizas calcáreas, la porfiada placa ha ido depositando sobre el terruño patrio la más prodigiosa acumulación de cobre, oro y plata del mundo. Además, por cierto, de fantásticos tesoros en la forma de yacimientos de manganeso, hierro y molibdeno, que suscitan la codicia global.

Por obra de la desmemoria programada que infligen los medios, valoramos en dólares hasta la última libra del sustrato geológico, pero olvidamos que el pan de hoy viene de un suelo revoltoso mañana.

Esto, en circunstancias que la fuerza, a un promedio de seis sismos diarios, no cesa de causar desde sacudidas apenas perceptibles hasta ruidosos estremecimientos que ni Dante en su “Inferno” imaginó.

A partir del M 8.7 que demolió Valparaíso en 1730, la palabra escrita registra ya veinticinco terremotos de magna devastación. Entre ellos, destaca el M 9.0, de Arica el jueves 13 de agosto 1868, cuando pertenecía al Perú, el cual desató un maremoto de oleadas espumantes que lanzó a la eternidad 25.000 almas. Y el más mortífero de todos, el M 7.8, de Chillán a las 23.32h del martes 24 de enero 1939. Se vino abajo cuánta construcción pesada había en la zona, la catedral, el Teatro Concepción repleto de gente, 3.500 casas de adobe con techo de teja colonial, regimientos e internados, 26.000 muertos.

Tampoco la farándula, ni el poder que la ampara, dan a conocer que 8.8 en la escala de Richter, indicadora de la energía liberada en el punto de origen de las oscilaciones, equivale a 238 megatones de potencia, o sea a 15.866 bombas atómicas como la de Hiroshima.

Menos se informa que tamaño forcejeo haya lanzado a Concepción otros 3.03 metros mar adentro. La capital la dejó 28 cm. más al oeste y la ciudad de Buenos Aires la corrió, siempre en esa dirección, 3.9 cm. Encima, desplazó 8 cm. el eje de rotación del planeta y acortó el día en 1.28 microsegundos.

Zarandeo palpable desde el alto Perú a las islas Malvinas, llegando a reventar varios edificios habitacionales nuevos en las inmediaciones del diario “El Mercurio” y en la flamante “Ciudad Empresarial” de Santiago, más otros hitos de las grandes inmobiliarias en barrios de clase media como Maipú y Ñuñoa. Asimismo, siempre a 335 Km. del impacto primario, cayó el moderno terminal de pasajeros del aeropuerto internacional y el recién construido “Portal La Dehesa” de Cencosud. Pánico bursátil para unos, oportunidades de negocio para otros.

Como quien levanta una pala desde el fondo de una batea, las palpitaciones bajo el lecho marino provocaron bandas de presión que se expandieron a través del océano. Éstas, en alta mar aparecen como un lento y prolongado levantamiento en la superficie, una suerte de cerro acuático que una embarcación puede remontar y descender sin irse a pique.

Pero al tropezar esa super ola con bajíos costeros -playas, desembocaduras de ríos- levanta cabeza, formando tumbos de hasta diez metros de alto e inusual grosor, que suelen adentrarse cientos de metros tierra adentro, para luego retirarse con todo cuanto pillen en la incursión.

“En ese camino se viene la ola con toda su fuerza. El ruido es estruendoso y el sonido de las casas de madera arrasadas, era como quebrar astillas. Y las más sólidas suenan como una descarga de bolones de piedra desde un camión tolva. Todo parece un bombardeo interminable. El ruido permanente del mar se hace más intenso” (Del libro “Iloca 27 02 2010” de Homero Sepúlveda Pérez.)

El maremoto (tsunami) que partió a recorrer el Pacífico sur, fue detectado y alertado por el NOAA a las 03.40 (Tsunami Bulletin Number 027) a fin de que las autoridades pertinentes desde Okinawa a Corral dieran la alarma en sus jurisdicciones. La US Navy dispuso el inmediato zarpe de la escuadra apostada en Hawai.

Respecto a los efectos cuantificables a la vida humana, fueron 803 víctimas fatales, informa balance gubernativo del 3 de marzo 2010, las que según comunicado oficial del 15 de mayo 2010 habían bajado a 571, más otras 56 almas desaparecidas.

No hay registro de personas heridas, las que fuentes médicas estiman en 12.000 de consideración, sin que se sepa cuántas de esas hayan muerto días o semanas después a consecuencia de traumatismos (cortes, hemorragias, aplastamientos y contusiones) infligidos por el colapso de estructuras, caídas de objetos y costalazos al arrancar. Tampoco se ha informado acerca de cuántos chilenos han de quedar discapacitadas, en silla de ruedas o con sus facultades mentales perturbadas.

Se sabe, en cambio, que 203 internos escaparon de las cárceles, algunos de los cuales asaltaron a los vecinos del penal en busca dinero para viajar a la capital. En Lebu, ante la inminencia de un maremoto, el alcaide local encadenó a los 155 presos bajo su custodia, los arrió cerro arriba y a media mañana los reintegró a lo que quedaba del presidio.

También se supo del dinero que requirió la población para mantenerse a flote y de las pingues ganancias que en base a dicho efecto del terremoto hicieron bancos y financieras.

Hubo acaparamiento desenfrenado de comida –ventas record en los supermercados de Las Condes– y saqueos a tiendas derrumbadas en zonas más golpeadas, ataques de nervios, vagancia en las calles, expediciones de alegres “tías” a buscar niñas para sus lenocinios, aumento extraordinario de accidentes de tránsito, trabazón del aparato administrativo del Estado y escasez de alimentos.

Asimismo, en cuanto a la estructura productiva del país, consta el apagón de tres días que hubo de Taltal a Chiloé, los múltiples incendios ocasionados por el sismo, el corte de teléfonos e Internet y la caída del hospital de Concepción y el nuevo de Curepto, inaugurado el 2008 por la doctora presidenta. Además de los estragos a cientos de escuelas, parronales de exportación, centros turísticos, botes pesqueros, puentes, fábricas, viveros de hortalizas, establos de lechería y bodegas de vino.

Las cifras de daños a la infraestructura de obras públicas van de los 24 mil millones de dólares estimados por economistas independientes a los 30 mil anunciados por el gobierno.

Al menos 200 mil viviendas particulares, casas y departamentos, quedaron destruidas o seriamente dañadas.

La pérdida de patrimonio cultural (museos, iglesias coloniales, salas de teatro, casas patronales, bibliotecas públicas, monumentos históricos y objetos de arte) es incalculable, como tampoco hay manera de precisar los perjuicios infligidos al tejido social de la nación. El estado de ánimo, las pautas de interacción entre las personas, la amistad y desconfianza y la capacidad de reacción, son valores imposibles de reducir a cifras.

Durante los 30 días siguientes hubo 272 réplicas de magnitud 5.0 hacia arriba, entre ellas la de 6.9 a las 11: 39 del 11 de marzo 2010, que causó un tsumani leve, hizo destrozos en Rancagua y espantó lejos a los dignatarios extranjeros venidos a tan inoportuna como ridícula transmisión del mando.

Sin embargo, a un año de ocurrido, desviada la atención por mucho evento mediático, poco o nada sabemos de su impacto en la sociedad misma. ¿Qué fisuras mostró la estructura social? ¿Cambió el carácter chileno? ¿El gobierno estuvo a la altura? ¿Hay quienes en posición de ayudar, lucran con la desgracia ajena?

Y en el inconsciente colectivo, la madre de todas las dudas: ¿nuestro país avanza o retrocede? Por uno que va hacia arriba, ¿cuántos han descendido? La gente ¿se siente más libre o más oprimida?

Los recuentos y conmemoraciones del primer aniversario, lejos de ayudar a responder lo anterior, demuestran que la polvareda del terremoto sigue anublando el espíritu. Nadie con una mínima sensibilidad, o que admita estar todavía bajo los efectos del trauma, sabe la respuesta. Por eso, aquí sólo se adelantan algunas observaciones tentativas que espero, sirvan:

TERREMOTO MEDULAR

A diferencia del M 9.5 de Valdivia en 1960, cuando gobernaba un hombre decente, el terremoto del Bicentenario no sucedió allá lejos. Fue al plexo del país. Mirado el territorio de Tarapacá a Tierra del Fuego, Concepción se ubica al medio. En la zona remecida, que incluye la capital, habita nada menos que el 83% de la población, o sea el segmento más numeroso e influyente de la nación, doce a trece millones de ciudadanos, a todos las cuales se les movió el piso.

Entonces, ya no estamos ante la inveterada relación entre un centro en pleno uso de sus facultades y un margen doliente. Es lo que va de recibir un martillazo en el pie a que te caiga en la cabeza.

En un caso el cuerpo social queda lúcido, con capacidad de ejercitar el pensamiento lógico y por ende, de actuar racionalmente. En el otro, el aturdimiento del centro neurálgico –la elite del poder– puede causar más daños a la sociedad en su conjunto que el golpe inicial, llegando a lastimar otros órganos vitales, como la confianza en la autoridad y la estabilidad del sistema.

A LA DERIVA

Imaginemos un largo y angosto “Titanic” navegando a la luz de la luna una noche de verano. El turno “azul” como se le designa al equipo de oficiales, timoneles y vigías, tripulantes de cubierta e ingenieros de máquinas a cargo de la nave desde las doce a las cuatro horas, ha tenido una guardia tranquila. La mar está llana y el bolsillo lleno.

A igual que en las torres de control de los aeropuertos, el turno entrante, en este caso llamado “blanco”, responsable de gobernar el buque desde las cuatro a las ocho, se apersona en sus puestos una media hora antes para así familiarizarse con la situación. Estado del tiempo, presión de las calderas, andar promedio, rumbo al que se timonea y demás novedades que se van consignando en el libro de bitácora.

Lo mismo hará el turno “colorado” cuando le llegue su hora de ocho a doce: se alistará un buen rato antes.

Pues bien, a las 03:34 AM, cuando el turno “azul” está ultimando los últimos detalles antes de ir a relajarse en sus camarotes, algo estremece el casco bajo el combés, medio a medio entre la proa y la popa.

¿Habremos topado fondo en un escollo imprevisto? ¿Será una simple trepidación de la hélice ¿O se habrá abierto una vía de agua bajo la línea de flotación?

Como sea, ante la emergencia se dejan de lado los formalismos, que llenar la bitácora o hacer la ceremonia, y el turno de relevo sin tardanza se pone manos a la obra, que las bombas de achique y el repique de campanas para que de quilla a perilla todos a bordo vayan a los botes.

Con mayor razón el turno “blanco” toma de inmediato el control si viene encabezado por la flecha ascendente del almirantazgo, un piloto y buceador, que ante nada se detiene. Una gran fortuna conlleva una gran responsabilidad, por lo que es el momento preciso de poner en práctica su anunciada “nueva manera de gobernar”.

Más aún, el capitán electo ya tiene nombrado a su staff de ministros y subsecretarios, los impetuosos ejecutivos quienes, pen drive en mano, se encuentran hace rato en sus marcas, listos, y ¡partieron!

Salvo, claro está, que el responsable supremo se paralogice ante la magnitud del enigma, como ocurre a mucho piloto enfrentado a situaciones críticas no contempladas en el manual. La persona se desarticula, queda su mente en blanco y encuentra como único asidero hacer lo que sabe hacer, en este caso negocios y más negocios.

Entonces, al vacilar el capitán nadie en el puente de mando atina a dar el golpe de timón que se requiere urgente. A falta de conocer los intersticios del buque, y por tanto de entender la avería, el turno “blanco” entero se limita a desplegar sus rutinas de siempre: promesas universales y ganancias particulares.

Queda así el buque librado a su suerte, dejando en la estela a popa, junto a la tablazón de deshecho, las vigas maestras con las cuales se repara un buque accidentado.

LO QUE HABÍA QUE HACER

1.- Asumir a las 03.35 del sábado aquel el mando pleno. Politiqueos, liturgias de Estado y rituales burocráticos se suspenden hasta nuevo aviso.

2.- Subir el buque entero al dique seco a fin de efectuarle un completo carenado de seis meses, vale decir decretar facultades extraordinarias por 180 días.

3.- Desplegar de inmediato las FFAA a fin de ayudar a la gente y de evitar los consabidos saqueos.

4.- Trasladar el gobierno central a Concepción y desde ahí, palpando en directo el estropicio, dirigir los trabajos.

5.- En la zona de impacto primario (regiones de Bío Bío y Maule) suspender hasta el 26 de agosto 2010 el impuesto al valor agregado (IVA), las contribuciones de bienes raíces, el impuesto específico a los combustibles y los permisos de circulación.

6- Ídem con las exacciones de bancos y financieras, obligarlos a dar créditos sin interés. Suspender el pago de peajes de autopistas concesionadas de Santiago a Temuco, de dividendos hipotecarios y ante deudas al 27/02/ 2010, borrón total.

7.- Liberalizar la entrega de los cien mil containers que las navieras internacionales tienen arrumbados en el país. Son soluciones habitacionales dignas, ciertamente mejores que las casuchas llamadas mediaguas.

8.- Austeridad. Término de todo gasto suntuario a costa del erario nacional, sea en. limusinas, banquetes, paseos al extranjero, logotipos y ceremonias, incluyendo la “Regata Bicentenario.”

9.- En vez de seguir adquiriendo medio de destrucción, la recaudaciones de la ley reservada del cobre destinarla a la reconstrucción.

10.- Mientras dure el período de excepción, licenciar sin goce de sueldo a los parlamentarios y funcionarios.

11.- Aceptar con humildad toda la ayuda internacional que quieran darnos.

12.- Descentralizar la ayuda por medio de los municipios y juntas de vecinos, apuntando siempre a la manera más directa y menos burocrática de llegar a la gente.

13.- Sancionar la ostentación, lujo y consumo suntuario de modo de dirigir esos dispendios a la reconstrucción.

14.- Ley seca para las regiones en reconstrucción. Nada de tomatinas, expendios de bebidas alcohólicas ni juegos de azar, sean en garitos legales -casinos- o timbas informales.

Moraleja: “No por ser buen jardinero, sirves de marinero”.

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