Pablo Huneeus
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ANDANZAS DEL TATA GUILLERMO
por Hernán Poblete Varas (1919-2010)
Comentario del libro “Patagonia Mágica”, diario “El Mercurio”, 13 de Enero 2001.

La mejor forma de iniciar este comentario es citando al propio Pablo Huneeus en su descripción de lo que define como el síndrome Cox: ... llamémosle aventurerismo ilustrado, para no denominarlo altruismo congénito, o diletantismo atávico. Es una actitud señorial hacia el dinero, manifestada en un notable talento para dilapidar herencias y un escaso interés por ahorrar o emprender trabajos pesados. Todo, sazonado con un afán filantrópico por asumir ideales superiores, sea el apostolado religioso, las causas de bien común, o el resplandor de las artes.

Si don Guillermo Eloy Cox Bustillos sufría - o gozaba- del síndrome Cox, aquello de no emprender trabajos pesados estaba muy lejos de su ánimo, como lo prueba generosamente este libro. Por el contrario, los desafíos - hasta para enamorar a una niña- eran parte de su naturaleza. No nos extrañe, pues, que a los treinta y cuatro años (respetable edad para su época) y sin más compañía que un amigo francés apellidado Langlier y su flagelot (flauta tipo clarinete, nos aclara el bisnieto) parta rumbo a Calbuco para organizar desde allí una expedición destinada a alcanzar el Nahuel Huapi y redescubrir el perdido paso de Bariloche que usaban los primeros misioneros. ¡Nada menos!

Corre el año 1862. Apenas hay derroteros de la zona, registrados aproximadamente por andariegos precursores. En la región, de uno y otro lado de la cordillera, abundan los indios, a menudo razonablemente hostiles hacia el blanco y dados a pelear entre ellos. Pehuenches, huilliches, tehuelches dominan la región que conocen al dedillo y no están muy inclinados en favor de los sospechosos extranjeros.

Todo esto preocupa, pero no alarma a Guillermo Cox ni lo aparta de su idea central: unir Chile con el Atlántico. No alcanza su propósito último en ninguno de sus dos intentos. En cambio, adquiere un conocimiento de la región y sus habitantes que supera la experiencia de cualquier otro viajero, Darwin incluido: si Barros Arana hubiera leído a Cox más que al científico inglés, quizás no habría escrito la sentencia que le costó a Chile un inmenso territorio: La Patagonia no vale nada.

Guillermo Cox no era un simple aventurero: profundo observador de la Naturaleza y sus habitantes, tomó cuidadosas notas de sus observaciones astronómicas, botánicas, antropológicas, etc. Y con toda esta vasta información escribió un libro admirable, que fue publicado en su tiempo y luego perdido en las lagunas mentales de nuestro desmemoriado país. Y aquí entra a tallar el descendiente.

Pablo Huneeus Cox - entusiasta portador del síndrome- supo desde niño las andanzas del legendario antepasado; leyó algunas opiniones sobre la obra del famoso Tata; dio con los testimonios de Neruda y Alone, y emprendió una apasionada búsqueda de la obra olvidada. Gracias a la neumonia de un librero de viejo, dio con un ejemplar desprovisto de tapas, destartalado, descosido, pero completo.

Ahora tenemos entre manos el fruto de estos afanes: la historia de los viajes de Guillermo Cox, un libro que es tan bueno, a veces como Pérez Rosales - apunta Neruda- con aventuras fantásticas del mundo que ya terminó, contadas por este hombre con ingenuidad, curiosidad y valor personal. A don Guillermo Cox le habría gustado el comentario del poeta. Y al lector de hoy le fascinará el relato, lleno de sorpresas y de vivos apuntes, que el andariego y barbudo explorador recogió con envidiable talento narrativo. Durante horas se podrían citar párrafos de esta obra tan viva hoy como cuando fue escrita

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