LA CASA DE LA VIUDA
por Pablo Huneeus
Ha terminado de sucumbir la primera de las amplias y lindas residencias del sector Lo Curro, hoy comuna de Vitacura, Gran Vía esquina de Vía Azul. Cuando pases por ahí, recuerda el chalet inglés con vasto jardín, piscina y espectacular vista que siempre llamó la atención por su sencillez y armónica integración al paisaje.
Conocida como «la casa de la viuda», luego de que su dueño pereciera en un auto de colección en la temida «curva de la muerte» que hay en la bajada de Gran Vía, mantuvo hasta hace poco su encanto.
Debe haber sido hecha en los años 1970, cuando la arquitectura todavía buscaba la belleza. Pero aquí pasó lo de siempre: asediada por las inmobiliarias, cuyos edificios se asoman ya a la vuelta de la loma, y la municipalidad, cuyas contribuciones forzadas imposibilitan mantener lo que originalmente eran predios lejos del mundanal ruido, le llegó la picota.
La fuerza del negocio inmobiliario, punta de lanza de la banca, se materializa en el martillo neumático, instalado arriba de un tractor oruga, que de ocho a ocho hace trepidar la tierra y en estos momentos, taca, taca dale que suene demoliendo.
Como quien acude a asistir el último suspiro de un ser querido, fui a sacarle fotos. Agazapado entre los matorrales había otro hombre mirando. Era enfierrador de una construcción cercana, y no podía entender porque destruían ¡que desperdicio! una casa de tan sólida base, mire, los muros todos en concreto armado con vigas aceradas de 8.
La foto (ver Imagen) está tomada desde la Vía Azul, no lejos de los edificios que aparecieron de sopetón en esa angosta calle, y mirando hacia el cerro Manquehue. Mi casa no se nota. Al igual que la de mucho poblador antiguo, se esconde entre los árboles, como queriendo protegerse de la rapacidad organizada.
Al volver, en el buzón estaba una tarjeta de navidad de mi amigo Manuel Acuña Kairath, abogado y registrador del paisaje chileno. Todos los años manda una fantástica foto de algún alerzal o fiordo del país profundo. Esta vez enarboló su cámara sobre un planeador mientras volaba justo sobre los faldeos del Manquehue. Dice su saludo: «Para conocer esa Naturaleza debemos empezar a amarla y vivir atentos a ella»