Pablo Huneeus
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EL NEGOCIADO DEL PASAPORTE
por Pablo Huneeus


En un país moderno, abierto al mundo, el plastiquito que a lo largo del territorio nacional acredita que yo soy yo, debiera ser el mismo que avala dicha tesis en el exterior (pasaporte).

Total, ambos provienen de la misma base de datos, siendo la única diferencia real que el pasaporte trae una treintena de páginas en blanco para estampar visas y timbres de aduanas.

Sin embargo, mientras renovar el carné de uso local por diez años cuesta $2.800.-, ahora el gobierno cobra $37.500.- (US $ 52.-) más tres mañanas de trámites, por el de uso externo. Comparado con los $9.800.- que hasta hace poco valía el pasaporte, este nuevo garrotazo a la ciudadanía representa un alza de 383%.

De eso, según la propia jefa de pasaportes de la sede suprema del Servicio de Registro Civil e Idetificación en calle Catedral, Gabriela Clavijo, el 90%, o sea más de $30.000 por pieza, se los lleva la “empresa adjudicataria” que no es otra que “Sonda”, del demócrata cristiano Andrés Navarro.

A precios de productos del supermercado Jumbo, es el valor de 75 kilos de pan; de 19 ejemplares de “La Cultura Huachaca”, que tiene 160 páginas mucho más grandes y no en blanco; de 12 camisas de hombre o de tres pares de zapatillas tipo Adidas, talla 44.

Encima, el carné en forma de libretita, que antes tenía una validez de diez años ¡oh avances de la ciencia!, ahora es más chico, por no decir rasca, y dura apenas cinco. Nueva complicación, porque la visa a Estados Unidos dura diez años, lo que obliga a nuevos, lentos (10 días hábiles) y carísimos (US 64.-) trámites ante esa embajada para cambiarla de pasaporte. A quienes estudian o viven en el extranjero la corta vida útil del nuevo pasaporte les complica harto la vida.

Eso se llama beneficiar a la clase media ¿verdad? Al castigo de la distancia que nos separa de los grandes centros de cultura y de negocios, se agrega así otra barrera, a la cual hay que sumar los $45.000.- (tasa de embarque) que cobran por subir a un avión.

¿Tres mañanas?

En realidad, son cuatro porque tuve la ocurrencia de aceptar la proposición que me hizo la funcionaria de renovar simultáneamente, el plastiquito de uso local.

Grave error, porque a diferencia de los vale vista, por ejemplo, o de los certificados de estudio, estos documentos no los entregan de inmediato, como sería de esperar en el país de la modernidad. Si han gastado millones para tener todo en línea ¿por qué no los imprimen altiro? El pasaporte, me aseguran, estará para el 16, el carné para el 25.

¿Ha calculado alguien cuántas horas/hombre, productividad y bencina pierde el país en estas estúpidas idas y venidas a oficinas públicas? ¿Porqué a los burócratas les encanta que uno vuelva una y otra vez. Seguramente se sienten útiles al ver tantas caras largas esperando.

Como sea, seis días después volví dócilmente a la casona de Miguel Claro 543. Era la fecha estipulada en el recibo, lunes 16 de septiembre, a la una. Me encuentro con que la amabilidad inicial de las funcionarias, cuando estaba encima una supervisora, ha dado lugar a una franca hostilidad que se agrava al no poder encontrar ellas el pasaporte prometido, situación que afecta a un montón de gente alegando a viva voz.

— Reclame a la jefa, si quiere, —me dice una.

Reclamo a la jefa de Providencia, quien tras una faena de media hora logra comunicarse por teléfono a la central y me asegura, como gran cosa, que me lo tendrán mañana a las once en Catedral 1772.

En atención a la fiestoca que acostumbran hacer los burócratas el 17 de septiembre, llegamos media hora antes de la hora señalada.

No estamos solos. Aparte de Verónica, que está en las mismas, hay decenas de desesperados, como el hombre mayor a quien en la comunal de La Reina, le dijeron que estaba en Catedral. Se vino en taxi ($ 5000) y en Catedral, tras sendas consultas, que vaya a buscarlo a La Reina. Una señora ha llegado de Concepción, porque debiendo haber estado allá el miércoles, no estuvo nunca. Si no quería perder sus pasajes, le dijeron, vaya a la central.

Llega camioneta con empanadas y botellas para el jolgorio funcionario y al pasar a hablar con la jefa, sorprende ver a unos niños jugando en uno de los computadores de la sala de producción. ¿Estarán haciéndose pasaportes de juguete?

Moraleja: ¡tanto corcovear para quedar en el mismo corral!

Post Scriptum: El carné tampoco estuvo para el 25. Qué vuelva el lunes.

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