Pablo Huneeus
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SEGUNDO OTROSÍ
por Pablo Huneeus

La querella que un receptor judicial en taxi negro me entregó el otro día dice: "Fijándose la audiencia del día lunes 5 de enero próximo, a las 09,00 horas, para los efectos señalados a fs. 26. Notifíquese personalmente al querellado. Rol Nº 35.495 -2003-."

"En lo principal, deducen querella por injurias graves con publicidad" señala de partida el libelo de doce páginas tamaño oficio, por lo demás muy bien escrito, en el cual "Carlos Bombal Otaegui y Jovino Novoa Vásquez, ambos Senadores de la República..."

Bueno, a las seis ya estaba en pie y a las ocho treinta me encontraba con don José Galeano, un viejo zorro en lides de derechos humanos y libertad de expresión, quien ofició de abogado mío para estos efectos. Nos juntamos en el pasillo central, frente a la escala principal del Palacio de Tribunales. Esto es en calle Compañía, pleno centro de la capital, frente a la Plaza Montt-Varas que mira al hermoso edificio del Congreso Nacional, hoy ocupado por la burocracia de relaciones exteriores.

Fui disfrazado de persona decente, de terno y corbata, pero con mocasines, pues en la cárcel lo primero que hacen con el detenido es quitarle los cordones de sus zapatos para evitar que se cuelgue del techo.

A la una y media los abogados de ambas partes, en presencia del Sr. Ministro Instructor de la I. Corte de Apelaciones de Santiago, don Mauricio Silva Cancino, y el querellado también, firmaban el acta de avenimiento que puso fin al proceso. En el punto final acordamos no hacer más declaraciones al respecto, por lo que paso al Segundo Otrosí:

Se refiere esto, Su Señoría Ilustrísima, al estado en que se encuentra el Palacio de Tribunales. Fue ahí, como lo recuerda una placa, que el 18 de Septiembre de 1810 se reunió el Cabildo abierto de 450 vecinos de espíritu libertario a sentar las bases de nuestra Independencia. Luego, el año 1858, en pleno apogeo de la joven República se empezó a construir la imponente obra proyectada por Fermín Vivaceta, Manuel Aldunate y José Gandarillas. Pero es tal el enamoramiento de Chile con doña Justicia, que hacia el centenario, 1905-1911, se decide convertir el viejo palacio en un verdadero Partenón de la Ley, con columnas dóricas y líneas clásicas, obra encomendada al arquitecto francés monsieur Emile Doyere y su discípulo chilensis Alberto Schade.

"El palacio es de estilo greco-romano y los materiales empleados fueron el ladrillo y el adobe en la parte antigua y concreto armado en la nueva. En el hall de acceso, a los costados de la escala principal construida en mármol, (donde me encontré con Galeano) destaca la presencia de las cariátides. Estas son dos columnas en forma de mujer, creadas por el escultor catalán Antonio Coll y Pi." (web poder judicial).

Pues bien, sírvase SS. I tener por interpuesto un recurso de admiración deducido ante el edificio sindicado a fojas uno, al cual acuso de encontrarse en estado de máximo esplendor. Tras decenios de abandono y menosprecio a la Justicia, ésta ha sido sometida a una prolija restauración que no sólo abarca la revisión de códigos opresivos, sino que toca también la arquitectura física de su casa matriz, creando con ello una sensación de confianza en la nación.

Tras mucho maestreo, han rescatado del olvido las nobles maderas de los dinteles y puertas, los muebles victorianos de las oficinas, con sus escritorios de corredera hechos en encina americana, las lámparas de bronce, los mármoles de Carrara y los grandes corredores embaldosados que parecen invitar a los jurisconsultos a forjar acuerdos de pasillo.

"Es nuestro desprecio a la justicia que engendrará guerra civil y toda su ruina y destrucción" advierte Solón, arconte de Atenas y padre de la democracia. Y las formas, las exterioridades, rituales ¡vaya que son importantes! Por eso, es un alivio al espíritu bajar a lo que antes era una ratonera del Archivo Judicial, por calle Morandé, y encontrarlo transformado en un notable museo que exhibe la testera de la Corte Marcial junto a infinidad de objetos de arte relacionados a las cortes, como relojes tallados en lingue, tinteros en plata repujada, pergaminos históricos y esculturas.

Las mismas cariátides de las escala principal, al verlas libres de mugre ¡qué imponentes eran! Las barandas de fierro fundido, las salas de plenarios y ¿por qué no decirlo?, la diligente atención de los trabajadores de la justicia, muy profesionales todos, me han dejado impresionado.

¡Viva Chile!

La Patria, su historia y futuro, el genio de sus arquitectos y el talento de sus albañiles, la democracia y el derecho romano, han vuelto a relucir en ese palacio que hoy irradia al país el donaire de su cultura cívica. Al pie de su nave central alzamos conmovidos la vista en busca del Altísimo y ¡oh designios del gran arquitecto!: sobre elegantes estructuras de hierro tipo torre Eiffel, muy de moda en la época, vemos que toda esa edificación la recubre un finísimo tejado de vidrio.

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