Pablo Huneeus
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LA ESTÉTICA NAZI DEL ESTADO CHILENO
por Pablo Huneeus

Si de la parte visible del computador –el amigable Windows o el práctico Google- pasamos hacia adentro, se aprecia que ante nuestros ojos en pantalla hay meras máscaras, risueñas unas y bonitas otras, buenas encubridoras todas. Debajo emerge el Disk Operating System (DOS), la plataforma de emulación y hasta la mismísima base del ordenador que es el sistema binario de números (0-1) descubierto por matemáticos hindúes de la antigüedad y adatado para uso computacional por Blaise Pascal (1626-1662), inventor de la primera “máquina aritmética” de la era moderna y Gottfried Leibniz, autor de la fundamental “Explication de l’Arithmétique Binaire” París, 1703.

Igual, si nos adentramos más allá de la fachada visible del ceremonial del 21 de mayo en Valparaíso, cuando la presidenta da su cuenta anual, vemos que bajo las risueñas máscaras –los actores de turno y sus disfraces protocolares- afloran resabios militaristas, expresiones estéticas y esquemas feudales que guardan poca o nula relación con el enunciado verbal, sean discursos para el bronce o declaraciones a la tele.

DONDE

Primero, el ritual se realiza en Valparaíso, y dentro del desabrido edificio del congreso, porque así lo quiso el capitán general Augusto Pinochet (1915-2006) para su pueblo natal (era porteño, igual que Allende y mi bisabuelo explorador de la Patagonia). Lejos del centro neurálgico de toma de decisiones, aislado de la ciudad misma y ojala al borde del precipicio.

Al capitán general, quien gobernó de 1973 a 1990, también se le debe la arquitectura castrense del inmueble y la instalación en su interior de una avanzada “máquina aritmética”, muy superior a la de Pascal, para facilitar que un tercio de los votantes sea igual a la mitad más uno de los parlamentarios y una fracción del senado sea igual al total de un veto. Si con el sistema binario el computador anda, pensaron los maestros de la constitución, con el sistema binominal la derecha ronca.

CUANDO

Segundo, la fecha elegida para esta formalidad corresponde a un combate naval de 1879 en la rada, entonces peruana, de Iquique. Perece en la ocasión el abogado y capitán Arturo Prat y su nave, la “Esmeralda”, termina siendo hundida. Así todo, en la misma gesta triunfa el capitán Carlos Condell, logrando con mucha sagacidad hundir, a bordo de su frágil corbeta “Covadonga”, el acorazado enemigo “Independencia”. Sin embargo, el elemento aglutinante de la festividad no es la victoria de Condell, sino la máxima derrota que puede tener un hombre, que es morir.

Este elemento, de raíz cristiana, le da un tono solemne, casi funerario, a dicho feriado invernal muy distinto, por ejemplo, al primaveral dieciocho que recuerda la asamblea en que los “perros patriotas”, como le decían a los insurgentes independentistas, apabullaron con encendidos discursos a los emperifollados realistas del orden colonial.

Las campanadas a la hora señalada, la cripta con los restos mortales de Prat, el frío de mayo que en este caso fue lluvia desatada, las coronas de flores, todo eso aprieta el alma, a igual que el redoble de tambores y el amenazante despliegue de fuerzas paramilitares del Estado con armas químicas (gases “lacrimógenos”), cañones de agua y caballería equipada de fusta larga, comparable al látigo para arrear ganado mayor.

QUIEN

¿Feriado, dijimos? ¿Y para quién? Para los servidores del Estado –cocineros, choferes, guardias y funcionarios de distinto pelaje- quienes por acudir a sus puestos en feriado legal reciben el 100% de sobre tiempo. Para el productor, de agricultor a zapatero, no hay feriados. Al contrario, como el campo no espera ni la pobreza descansa, el feriado es un costo adicional, una tara a mitad de semana que sube los costos y merma la productividad.

Es que se trata de una rutina de gobierno, no de pueblo, en que el aparato burocrático del Estado despliega ante la sociedad su magnificencia y poderío. La fila de autos grises idénticos, el aplicado discurso de la presidenta, lo obediente y bien pagada que luce la clase política, el paso de ganso de las tropas, el uniforme de los altos oficiales de ejército, la mirada fija de los soldados, los besamanos y reverencias, los entorchados y estandartes, el aire prusiano de las marchas, el estilo neo gótico de la antigua Intendencia, hoy Comandancia de la Armada, en una palabra, toda la estética del fenómeno lleva la impronta, algo retro, del nacional socialismo germano de los años 1930.

Claro, los miembros del partido socialista, muy encorbatados ahora, no usan las botas de montar de sus Kameradschaft en el estatismo, ni el ejército luce más el característico casco de los 18.2 millones de efectivos que llegó a tener la Wehrmacht, pero la idea de uniformidad y disciplina ahí está junto a la noción tan arraigada en el ambiente de que el Estado, con sus empresas anexas y poderío militar, es la única instancia válida de la sociedad. “Ein Volk, ein Reich, ein Führer,” parece resonar en el alter ego de la dirigencia chilena.

La cuestión es saber quién es hoy el Führer, porque todo imperio (Reich), por rasca que sea, necesita un amo y señor que corte el queque. Ciertamente no es la presidenta Bachelet que, a través de sus gestos y miradas, transmite la idea de que hay una fuerza superior, indefinida, el patrón de fundo quizás. Ídem los demás políticos, tan parejos y ordenaditos siguiendo su libreto, parecen más marionetas a sueldo que personas de carácter. Entonces ¿quien manda aquí? ¿Los dueños de Chile? ¿El capitalismo financiero que nos encadenada al dividendo? ¿Los economistas del modelo? ¿El que sabemos desde el más allá?

Tampoco es la sociedad civil, el país profundo, los pueblos originarios, ni la gente misma la fuerza soberana de la nación. ¿A quién de la oligarquía política le interesa realmente la gente? ¿Se preocupa alguno de sus bufos de algo que no sea su propio lucimiento? ¿Quién escucha siquiera a los de abajo?

Así como no falta en Chile el quiltro que durante un matrimonio o sepelio aparece no se sabe de dónde y levanta la pata al pie del altar, no falta el trabajador o estudiante que durante la opulenta solemnidad del orden imperial protagoniza “desordenes”. El perraje ¿qué hace aquí?, es la actitud.

Aguafiestas, encapuchados a contrata y vándalos sueltos hacen las veces de la tan necesaria “punching bag” de los gimnasios. Contra ellos se ejercita el aparato represivo del Estado, haciendo gala de sus nuevos equipos y destrezas, espectacular y muy televisada manera de amedrentar a la demanda social.

Lejos, pues, de ser una fiesta ciudadana, lo del 21 de mayo es el triunfo de la autoridad sobre el individuo. Tanto, que al fondo del tinglado se vislumbra el Estado carcelario, fundamento último del orden establecido. Sino por la calle, por el inconsciente colectivo desfilan engrillados los 35.000 presos, en su mayoría jóvenes, masculinos y pobres, que el gobierno mantiene en sus mazmorras, la mitad sin sentencia.

De atrás vienen los empobrecidos y marginados, las abusadas y explotadas, los injustamente acusados y denigrados, todos bajo el poncho de los silenciados.

COMO

“Wir Arbeiter sind erwacht. Wir wählen Nationalsozialisten — Liste 2” dice un afiche de la elección de 1932 que lleva al partido Nazi al poder. “Los trabajadores hemos despertado, votamos Nacional Socialista — Lista 2”. Alcanzaron las camarillas socialistas el poder que ambicionaban pero, a igual que en Rusia, constituyeron una nueva clase acomodada con los poderes fácticos mientras el pueblo trabajador era sumido en la miseria, pésimas condiciones laborales, infame vivienda, hambrunas e incesante presión para que produjera más por menos. Contratistas de mano de obra, cuadrillas de inmigrantes, represión policial del sindicalismo, endeudamiento del jefe de hogar, fomento del alcoholismo, todo valió para el engrandecimiento del Estado y sus empresas asociadas, fueran las carboníferas del Ruhr, la banca de Frankfurt o las acerías de la dinastía Krupp.

¿Imagen país? Ahí la tienen en el ojo que le reventaron de un latigazo a caballo al reportero de la agencia noticiosa EFE, Víctor Salas, mientras cubría las manifestaciones populares en Valparaíso. Y por si eso fuera poco, está el flujo continuo de noticias sobre la evaporación de fondos públicos, tan serio que es el país, ideal para hacer negocio. Vengan mafiosos del mundo, es el mensaje. Coimeros, especuladores financieros, traficantes de chatarra, taladores de bosque nativo, salmoneros tramposos, negreros todos, aquí está la papa.

Por eso, podrán ungir al socialista Juan Gabriel Valdés Soublette en Goebbels de las exportaciones. Podrán destinar cuarenta millones de dólares a comprar maquillaje publicitario, pero mientras no cambie la arrogancia de la autoridad ni baje el IVA, o sea mientras no se democratice la sociedad chilena, el aparatoso Gobierno de Chile seguirá siendo pasto del oprobio.

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