Pablo Huneeus
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UNA ECONOMÍA DE RAPIÑA
por Pablo Huneeus

Si un cóndor longevo pudiera contarnos lo que ha visto del quehacer económico en “el valle que se dice Chile”, como decía el conquistador Pedro de Valdivia, nos señalaría ciertas pautas, claramente visibles desde la altura y singularmente persistentes desde el siglo XVI, cuando a lomo de mula arribaron los primeros empresarios de inspiración mercantilista.

El primer ibérico en tocar tierra chilena ha de haber sido Hernando de Magallanes al fondear, en noviembre de 1520, a orillas del “Paso Sur” que acababa de descubrir. Quería lo de siempre: aprovisionarse a sablazo limpio si era necesario, para luego seguir viaje. Ídem, los demás súbditos del emperador, empezando por el morisco Diego Al-Magreb (de Almagro) que vino de paso a hacerse la América.

El mismo hidalgo Pedro de Valdivia, que ya había hecho fortuna con minas de plata en el Perú, no tarda en sojuzgar nativos para que le trabajen los lavaderos de oro del estero Marga-Marga (Viña del Mar) mientras la diligente Inés Suárez (o Juárez, no se sabe) organiza el puchero ocupando para sus sembradíos y gallineros, las chacras de los habitantes originarios de la región metropolitana, que tenían un ingenioso sistema de regadío por escurrimiento.

BUITRE DE CUELLO BLANCO

Como buen carroñero de alto vuelo, el cóndor comparte la mentalidad de agarrar y hartarse, que anima a los nuevos vecinos. Él va de una en otra quebrada, siempre atento a la oportunidad de clavar sus garras sobre la presa indefensa, sea un cordero lechón extraviado o un novillo desbarrancado. Basta que aviste algo para que empiece a volar en círculo a fin de atraer refuerzos, porque mientras más grande el animal caído, más capital requiere desguazarlo. Cuando ya varios han estudiado el asunto desde su encumbrado atalaya, recién entonces desciende con jotes y cuervos a festinearse.

La inventiva, fabricar o sembrar, le repele. Demoler es la gracia, nada como la carne sobremadura, piensa.

Por eso entiende que desde las minas de oro hasta las salitreras de mister North, pasando por el cobre y las salmoneras, sea siempre una misma línea de arrasar a rajatabla con el recurso, sin otra idea de país, que la de rapiñar todo cuánto sea posible echarse al buche. El futuro ¿para qué cuando es ahora lo que cuenta? La inmediatez absoluta rige sus escasas neuronas. ¿Y para quién, cuando vamos a estar todos muertos?

Un día es el kiwi y vamos arrancando parronales a fin de plantar el árbol que da dólares. Al otro, son los edificios caracol y abajo con todo para implantarlos por doquier, como ahora los malls. Se descubre petróleo en Magallanes y al tiempo hay 37 plataformas en el estrecho bombeando para afuera el yacimiento que habría durado un siglo a un ritmo moderado de extracción.

La celulosa, y bosque tras bosque ancestral, algunos anteriores a Cristo, son reducidos astillas por la industria forestal. La merluza española ¡había ese apetecido pez en el Seno del Reloncaví!, y una invencible armada de pesqueros se abalanza de Puerto Montt y Calbuco a arrasar con ella. Ciento dos lanchas pesqueras contamos una tarde, volviendo por el canal Chidhuapi. Por cierto, ahora no sale una luego de haber bajado el número crítico en que se sustenta un cardumen.

Tampoco queda una gota de crudo y las salmoneras del sur, a igual que las fábricas de harina de pescado en Iquique, van camino al cementerio de la sobreexplotación.

Las empresas del Estado, la ciudad, el erario nacional, todo al momento de cojear un poco es desvalijado por los buitres que no cesan nunca en su rapacidad. ¡Al abordaje muchachos!, es el grito de guerra de quienes entran al gobierno. Fortunas a costa de la propiedad pública y el negocio inmobiliario se basa en desmantelar la ciudad para implantar edificios. Darle mascadas a las arcas de la nación, lo vio el cóndor de lejos, era la motivación última de los políticos.

No bien sale un nuevo barrio cuando abandonan otro. Lo que se gana en autopistas se pierde con el desmantelamiento de ferrocarriles. Nuevos aviones para terminar despojando la capital de un aeropuerto alternativo (Cerrillos). Gas argentino mientras liquidan la mejor fuente de energía fósil que es el carbón nacional. Lindas marcas de zapatos en las tiendas, entretanto la industria del cuero y calzado, la que daba trabajo a miles de chilenos ¿qué se hizo?

Carcasas, eso es lo que va quedando. Una procesión de esqueletos blanqueados avanza, junto al mismísimo cóndor, hacia el olvido.

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