Pablo Huneeus
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LIBROS BUENOS DE LEER
por Pablo Huneeus

Hay libros lindos de tener, sea en el estante o la mesa del café. Otros, quizás los menos, son buenos de leer.

No son los más caros, los más grandes ni los más nuevos, virtudes propias del producto vendedor. Con portadas simples y sin batahola publicitaria, hablan en voz baja, cual susurro al oído que estremece el alma. Su sello distintivo es la primera frase, la punta del anzuelo. Si clava al primer toque, entonces el texto se va ir hundiendo en tu espíritu como el atún en la carnada. De lo contrario, no es para ti y busca otro que te guste.

A igual que en el ajedrez, libro que arranca tupido termina botado, siendo la única excepción “El Péndulo de Foucualt” de Umberto Eco, que tras una partida confusa levanta vuelo. Los hay sí, como “El Código Da Vinci” que tras un primer galope de miedo, se pasman a media cancha.

Hecha esa salvedad, si todavía dudas que la primera página marque la esencia de una obra, veamos la frase inaugural del “libro de libros”, la Sagrada Biblia: “Y Dios creo el cielo y la tierra.” Poderosa, insuperable ¿quien, sino Yahvé, puede decir tanto en tan pocas palabras? El Génesis, los Salmos, Mateo, las epístolas de San Pablo y a su manera la Apocalipsis, son la mejor lectura de la civilización occidental.

Y si abres uno que empieza: “En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor...” Ahí sabrás por esa sola oración que estás ante la obra culmine del idioma castellano. (Cuesta, sí, encontrarla en ediciones sin mutilar y de letra grande.)

A otro nivel, la parrafada inicial de “Papelucho” de Marcela Paz revela la potencia de esa saga: “Lo que sucede es terrible. Muy terrible, y anoche me he pasado la noche sin dormir pensando en esto. Es de aquellas cosas que no se pueden contar porque no salen por la boca.” O bien, la famosa sentencia con que Tolstoy da comienzo a “Ana Karenina”, la mejor novela sicológica de todos los tiempos: “Todas las familias felices son iguales, pero cada familia infeliz es infeliz a su propia manera”.

Otro ejemplo de enganche sin rodeos es “El viejo y el mar” de Hemingway: “Era un viejo que pescaba solo en una chalupa en la corriente del Golfo y llevaba ya ochenta y cuatro días sin sacar un pez.” Premio Pulitzer 1953 y Nóbel 1954 con especial referencia ambos galardones a dicha narración.

Todo esto, a falta de ingeniar una primera frase para este artículo, algo memorable que me lleve de una vez al grano, que es recomendar libros para el verano:

EL ÚLTIMO ENCUENTRO, de Sándor Márai.
EL PUENTE DE SAN LUÍS REY, de Thornton Wilder.
CABO TRAFALGAR, de Arturo Pérez-Reverte.
EL NEGOCIO DE LAS UNIVERSIDADES EN CHILE, de Olivia Monckeberg.
LA ARAUCANA (Versión completa), de Alonso de Ercilla.
HISTORIA DEL REY TRANSPARENTE, de Rosa Montero.
COMETAS EN EL CIELO, de Khaled Hosseini.
EN TONTILANDIA, de Jenaro Prieto.
GRAN SEÑOR Y RAJADIABLOS, de Eduardo Barrios.
ANA KARENINA, de León Tolstoy.
EL VIEJO Y EL MAR, de Ernest Hemingway.
ELOGIO DE LA LOCURA, de Erasmo de Rótterdam.
LAS MEMORIAS DE ADRIANO, de Marguerite Yourcenar (en traducción de Julio Cortázar).
BARRABÁS, de Pär Lagekrvist.
EN UN MUNDO FELIZ, de Aldous Huxley.
EL ESCLAVO, de Brashevis Singer.
EL BANQUETE, de Platón.
EL LOBO ESTEPARIO, de Herman Hesse.
CRIMEN Y CASTIGO, de Fyodor Dostoievski.
FOUCHÉ, BALZAC, y demás biografías de Stefan Zweig.
LO PEQUEÑO ES HERMOSO, de Edward Schumacher.
EN AQUEL TIEMPO, de Pablo Huneeus.

Para adquirirlos, lo mejor y más barato son las librerías de calle San Diego en Santiago y los supermercados JUMBO de Antofagasta a Puerto Montt.

RÉPLICA

Estimado Pablo: en relación a su interesante artículo, y sus comentarios sobre la importancia del primer párrafo de un libro, me acordé que García Márquez dijo que el momento que definió su vocación literaria fue cuando leyó: "Al despertar Gregorio Samsa una mañana tras un sueño intranquilo, encontrose en su cama convertido en un monstruoso escarabajo". (Comienzo de “La Metamorfosis” de Kafka).

Pensó que si se podía escribir en esa forma, que por cierto coincidía con la manera como narraba cuentos su abuela, entonces él también podía dedicarse a la escritura.

Cordial saludo,

Gloria Toro

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