Pablo Huneeus
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EL NOVILLO MARICÓN
por Pablo Huneeus


Una mañana de otoño, cuando los robles tienden largas sombras sobre la pradera, cabalgaba al pie del volcán Osorno, entre los lagos Rupanco y Llanquihue, junto al ganadero Víctor Huneeus Madge y a su campero José Cabezas Ramos, un avezado conocedor del animal vacuno.

Nos acompañaban también Luca, Perito y Adelo, tres fox terriers que, lejos de fatigarse al seguir los caballos, además husmeaban sin descanso bajo los puentes y alrededor de los árboles en busca de ratas, conejos y cualquier otro pretexto que, a falta de zorros, justificara un correteo a todo ladrido.

En la llanura que desde la casa patronal parece una cancha de golf, así de plana y ordenada, Víctor engorda novillos. Los compra en la feria de unos 200 a 250 kilos de peso y tras alimentarlos a todo pasto, más desayuno de avena remojada y cena de alfalfa prensada, los vende cuando alcanzan entre 450 a 500 kilos.

Además, produce percherones adiestrados para jalar carretones tipo “Coloso”, medio de propulsión en alta demanda debido al costo de operar hoy tractores a petróleo.

Pues bien, al llegar a un potrero donde había su buen centenar de cuadrúpedos de raza Hereford, advirtieron los entendidos una batahola inusual. En lugar de estar plácidamente pastando, corrían los animales en círculo, unos subiéndose al lomo de un desprevenido, otros dándose cornadas, todos alborotados.

–Ah, es el novillo maricón –exclamó el campero.

Luego de una certera maniobra de a caballo y con la ayuda de los perros, quienes adivinaron cuál bestia debían separar del rebaño, un novillo flacuchento y sucio quedó a solas en un potrero distante, donde empezó a pastar tranquilo mientras el resto de la horda pujaba, entre bramidos y cabeceos, por seguirlo.

Intrigado por el fenómeno, que tanto al patrón como a su campero les parecía de rutina, empecé preguntarles, pues ignoro completamente la idiosincrasia del rumiante que nutre a la especie humana con bife a lo pobre, churrascos en la Fuente Alemana, y la humeante cazuela de vaca en día de lluvia.

El susodicho novillo, supe, es genérico, se da siempre en determinadas circunstancias. Ése en particular, que no llegó quemando el arroz ni nada, hasta la semana anterior se dedicaba a comer de lo lindo como todos. Pero ocurre que en una masa de animales asexuados –el novillo se castra de chico–, súbitamente la turbamulta, no se sabe por qué, elige a uno para montarlo, llegando a menudo a quebrarle el espinazo, además de llevarlo a la desesperación.

– El problema se da más aún en primavera por efecto del clima más cálido, –acota Víctor desde su cabalgadura.

– No lo penetran –añade, –sino sólo lo montan y cuando parte uno, los otros lo persiguen hasta llegar, incluso a causarle la muerte. Lo peor, es que no engorda el maricón y menos, el resto de huevones que lo hostigan día y noche por todo el potrero con el correspondiente daño a la pradera.

O sea, este pernicioso comportamiento no se da entre los baguales salvajes que se crían a la libre en el monte –ahí hay mucho toro entero para poner orden–, sino cuando se concentran cantidades de vacunos juveniles de un mismo sexo. Entonces, en condiciones comparables a las de un internado, cárcel o regimiento, la masa se vuelve contra alguno de sus miembros para consagrarlo objeto de sus frustrados deseos.

¿Por qué a él? No se sabe, puede que lo hayan meado encima, que lo encuentren bonito o sin querer despida algún aroma evocador. Lo cierto es que él mismo detesta dicha condición, requiere ayuda para superarla y no es natural ni activamente homosexual.

Es un animal que ha sido mariconeado, tal como mucha prostituta es más bien una prostituida por su medio social y mucho delincuente es empujado al crimen por el ambiente en que nace.

Lo mismo, la desviación provocada por madres posesivas que bloquean la natural relación del adolescente con el sexo opuesto, la psicosis del niño prodigio presionado a un alto rendimiento, el acoso a la bella, la violación del detenido y la desintegración de jóvenes catapultados a la fama por los “reality” de la tele, situaciones todas similares a la de la pobre bestia cuyo entorno la vuelve loca.

Moraleja: la zoología es madre de la sociología.

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