Pablo Huneeus
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MANUAL PRÁCTICO PARA DEFENDERSE DEL ABOGADO
por Pablo Huneeus

“De mañana o tarde, bien puede aparecer alguien al servicio de los perseguidores, que viene a quitarte la vida, tu mujer, o peor, tu dinero. Aunque cierres los ojos, te golpeará la cara para que los vuelvas a abrir.” Albert Camus, 1948.
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Puede ser el recaudador de impuestos, un inquisidor del Ministerio Público, el banco, tu propio hermano, un inspector municipal, el vecino, la despechada o el desgraciado de la oficina, no falta.

Aunque no la buscaste ni te la mereces, la persecución llega.

Llega con cualquier pretexto, que su declaración de IVA de agosto 2007, que si tiene un gato en el edificio o un queso en la maleta, da igual: viene a quitarte tus medios de vida, sino tu libertad.

Entonces, para defenderte, debes tomar un abogado. No, no te creas inteligente ni capaz de enfrentar solo al Estado. La burocracia es más fuerte. Está mejor organizada de lo que parece, y a quien más sirve es a sí misma. El artículo 1º del Código de Compadrazgo Abogadil establece que: “entre colegas nos arreglamos los bigotes. Para los demás, la ley de Moraga.”

Por eso, la primera recomendación de este manual es que si el enemigo esgrime abogado, por amistoso que parezca debes desenfundar otro.

¿De dónde? Así como un componedor de huesos (médico traumatólogo les dicen ahora) no sirve para sanar empachos, un abogado de empresas no ve una en un gallinero de familia. Tiene que ser especialista en el área, pues la justicia penal, tributaria, civil, laboral o de herencias, cada una corre por su propio carril, con su especial manera de mover los hilos.

Ante la persecución de algún fiscal de Ministerio Público (les pagan bono de gestión por condena obtenida) agazaparse altiro en la Defensoría Penal Pública. El defensor público está todo el día en eso, está para defenderte de la opresión y tiene acceso a información y manijas que el jurisconsulto privado no. Todo cambió con la Reforma Procesal Penal.

Resuelto que necesitas un paladín del derecho, antes de hablarle al que elijas asegúrate que efectivamente sea lo que dice ser. En la web poderjudicial.cl ver “Búsqueda de abogados”. Si no figura ahí, olvídalo. Hay muchos, demasiados, y en cada covacha donde haya papeles encontrarás alguno. Chile produce más de un mil al año y en España, cualquier transeúnte tiene derecho a que le den un vaso de agua y un título de abogado.

Por su parte, en Brasil los están usando para experimentos de laboratorio, pues conejillos de Indias quedan pocos, con ese animalito el investigador llega a encariñarse, y por muy roedores que sean, no se prestan para cualquier cosa.

Cuando vayas donde el abogado, para saber qué laya de profesional enfrentas recomiendan llevar un gato. Abre la puerta de su bufete y largas adentro el felino. Si el que sale corriendo es el leguleyo, entonces es una rata. Pero si en vez, arranca el gato, cuídate que estás ante un perro.

Segundo otrosí:
1.- Estudiar uno mismo de qué lo están acusando. Irse a los códigos, leer a los tratadistas y ver las jurisprudencias. Me han tocado errores garrafales en querellas en mi contra, como artículos mal citados o que corresponden a otra cosa. De haber descubierto al inicio esas faltas de profesionalismo, el embrollo habría durado un tercio y costado la mitad.

2.- Pactar honorarios por resultados obtenidos. Si no da boleta de honorarios, no juega limpio. Y si de corrupción estamos hablando, los hay que por plata dejan al equipo contrario golearte duro y tupido.

3.- Asegurarse de tener todos sus teléfonos, pues cuando menos se piensa salta la liebre. Los procesos son fáciles de iniciar y años después, cuando lo creías muerto y sepultado, te pueden venir a buscar.

4.- No denuncies un crimen en que pueda estar involucrado un abogado, sea éste fiscal, sostenedor de colegio o parlamentario. Cuando le levantas la mano a un intocable, el sistema entero se vuelve en contra tuyo y de víctima, como me pasó a mi, pasas a ser imputado.

5.- Calma. Un estigma de tan antigua profesión es el abogado enredador, el que en lugar de solucionar el problema, busca dilatarlo hasta la eternidad.

Apurar los tiempos naturales al pleito de togados, te puede causar problemas. ¿Quien no quiere acortar el cuento? Fue lo que le pasó al senador Jorge Lavandero cuando asesorado por el abogado de universidad privada Matías Balmaceda Mahns aceptó el “procedimiento abreviado” (CPP Art. 406) y con ello se ganó sin ir a juicio cinco años de cárcel.

Mejor darle larga, como hace el potro cuando lo siguen los perros, que los agota con puro galopar lejos.

Moraleja: paciencia piojo, que la noche es larga.

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