Pablo Huneeus
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ELIGIENDO AL TOQUI DE CHILE
por Pablo Huneeus

Bajo la máscara de una institucionalidad democrática, Chile es una sociedad tribal donde los clanes bravos compiten por festinarse al mamut lanudo.

Este elefantiásico cuadrúpedo de la era glacial, el legendario “mamuthus primigenius” de 4 metros de alto y diez toneladas de peso, estaba cubierto por una coraza de lana trenzada de 90 cm. de espesor, que lo hacía inmune a las heladas. Para alimentarse devoraba bosques enteros, dejando a su paso recesión y cesantía. Acumulaba bajo la piel gruesas capas de manteca y su carne, adocenada por la flojera funcionaria, era suave y tersa

Tanta exquisitez junta fue por millones de años la presa favorita de hordas salvajes que, a la usanza del jaguar y la piraña, depredan para comer. Aunque el cultivo de la tierra y de las artes en los últimos milenios ha ido sustituyendo la cacería como sustento, tantas generaciones dedicadas a esquilmar incautos dejaron su huella en el genoma humano.

En primer lugar está la familia, que nace como la primera organización económica de la historia: la colaboración para cazar en común. Unos acechan la presa, otros baten tambores para arriarla hacia el despeñadero, y todos le dan lanzazos hasta desangrarla. Familia que asalta unida, permanece unida.

Siempre, sí, que la víctima no sea muy grande. ¿Cómo apartar un bisonte de la manada? ¿Qué hacer con una jirafa? Y ese magnífico, sabrosísimo y bestial mamut allá en la lontananza ¿cómo voltearlo?, se pregunta el cavernícola frente a la cueva llena de críos hambrientos.

Un garrote no basta, ni dos, ni veinte, dice el hombre de Neandertal. Pero si nuestra familia se asocia con la del lado formamos un clan. Aunado nuestro clan con los cuarenta economistas de la cueva de Ali Babá, ya somos una tribu. Las tribus unidas jamás serán vencidas, menos si entre todas asaltan al mamut.

Coordinar las tribus, apaciguar las rivalidades entre los clanes y dejarle a cada cual sacar su tajada, es lo que hoy llamamos política.

¿Cómo hacer para que la familia Pinochet deje a los demás comer?
¿No le basta a los Piñera Echenique con todo lo que tienen? ¿Acaso el clan Aylwin, Soledad Alvear, Gute & Co, va a desbancar del festín al resto de la tribu DC? La cosa nostra socialista ¿sin dietas ni prebendas ¡jamás! ¿De qué vamos a vivir si se desgrana la Concertación?, se preguntan los apitutados. ¿Y la tribu militar?, mejor asegurarle lomo y filete.

Cambia, todo cambia. La evolución de las especies ha llevado a la lanuda bestia a no valerse más de la trompa para lanzarle agua a los manifestantes ni a recurrir a sus comillos para esquilmar. Para eso está el camión antimotines e Impuestos Internos. Hasta de nombre ha cambiado: Estado, le dicen unos. Gobierno para los amigos, ubre fiscal para los asomados, o simplemente plata.

Plata segura y constante. Dietas parlamentarias, sobornos, sueldos y sobresueldos, puestos para vegetar en la burocracia, jubilaciones y montepíos, limusinas y banquetes, comisiones por ventas de armas, becas, embajadas, apropiación de empresas públicas, viajes, proyectos, asesorías y saqueos de fondos sean para el deporte, los ferrocarriles o los indígenas. Da igual, es plata.

O sea, bajo nuevas apariencias la finalidad última del juego político sigue siendo el mastique a todo evento, aún cuando lleve a la obesidad mórbida de unos y a la flacura existencial de los demás.

Ahora bien, atrapar y luego carnear al frondoso mamut cuesta. Requiere primero de yanaconas dispuestos a trabajar por bolitas de dulce, miles y miles que muevan las industrias y se conformen con entrar callados y salir mudos.

Luego, a falta de pan hay que darles ánimo. Y para eso, nada mejor que la sensación de que se les toma en cuenta. Elección ¡vean!, yo decido.

¿Decido qué, entre quienes? A igual que en tiempos del hombre prehistórico, los jefes tribales se ponen de acuerdo para designar, con gran algarabía, a un cacique como toqui supremo de la etnia.

Galvarino, Balmaceda, Lautaro, Alessandri y Caupolicán, grandes Toquis de Chile, unos elegidos por su resistencia física, otros por su labia y todos por sobrevivir la campaña.

Ya con la banda terciada sobre el pecho, al Toqui le corresponde presidir la comilona, velando sí de asignarle a cada cacique un trozo del despojo para que se lo festine con sus adeptos. Obras Públicas para la camarilla de la construcción, Educación para pandilla de la enseñanza, la banca para el contubernio de los Shylock, la ciudad para los coludidos en inmobiliarias, la Araucanía para el grupo Matte, el jurel para el clan Zaldívar, la droga alcohólica para los oligarcas vinosos, y así a cada uno lo suyo. Hasta a las gallinas debe tirarles maíz.

Son cuatro aspirantes al cetro, todos de probada raigambre feudal, cuatro patas del mismo animal que pisa fuerte. Tan afinado cuarteto asegura en coro el fiel cumplimiento de las también cuatro leyes cardinales del país: la de Moraga, la del gallinero, la del más fuerte, y la de Murphy, según la cual todo lo que pueda fallar, como el Transantiago a la hora de afluencia, falla en el peor momento.

Moraleja: vienen por lana y nos dejan trasquilados.

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