Pablo Huneeus
Seguir a @HuneeusPablo

Urbi et Orbi 71, Domingo 30 de Enero de 2000.
CAMINANTE ¡HAY CAMINO!
por Pablo Huneeus

A las 06:20 de la madrugada del lunes salimos de Santiago timoneando la camioneta rumbo al sur. Estaba recién empezando a aclarar y al perfilarse hacia babor la silueta de la cordillera, el tráfico ya era denso.

Rápido, pero denso a la hora en que uno habitualmente duerme. ¿Qué fue del San Lunes, esa flojera con que Chile empezaba la semana? Es otro país ahora, en cuanto sale el sol se aprecia que el valle central luce cual galería comercial: inmensos letreros proclaman en insistente procesión 123 Entel, Tractores New Holland, vinos San Pedro, y cuanta toalla higiénica y banco comercial exista.

En los trece meses que no hacíamos el viaje por tierra, los letreros han crecido más que lo nogales, los hay montados en torres de fiero de doce metros de alto, como el de Lavín en plaza Baquedano. Otros se mueven, y hasta pestañean para atraer la mirada del conductor, todo bajo la rara sensación de ser vigilado, diminuto ciudadano, por fotoradares secretos, quizás instalados en dichos letreros, que registran la hora y velocidad en que uno pasó. Ya ni se aprecian las señales del tránsito en la maraña publicitaria.

Pero el mayor cambio, el cambiazo diríamos, se aprecia pasado Chillán, cuando termina la autopista de doble vía y el camino se convierte en una única faja de pavimento que se comparte con las bestias de acoplado que se vienen encima.

De ahí en adelante el camino longitudinal, después bautizado Panamericana y hoy Ruta 5 Sur, como si hubieran en esta flacuchenta patria otras cuatro, es un tumulto de camiones imposibles de adelantar, pues viajan a la usanza de los arreos de mulas, pegados unos con otros.

El magro consuelo es ver faenas de construcción de la doble vía, la que un día, dicen, llegará hasta el mismísimo Puerto Montt.

¿Pero que es esto? Volaron un cerro entero, aplanaron otro más allá, rellenaron esta quebrada, instalaron uno, dos, ya no sé cuantos puentes en un rato, y encima esto suma y sigue sin descanso.

Pasamos el salto del Laja, la frontera del Bío Bio, pero la lucha continúa.
Antes el informe de carreteras anunciaba trabajos a la altura del kilómetro 523 al 525 por ejemplo. Lo que vemos ahora en cambio es una obra continua, espectacular, que se extiende hora tras hora hasta donde alcance la vista. En incesante hormigueo deambulan gigantescas retroexcavadoras, camiones tolva como los Chuqui, jamás antes vistos en estas latitudes, motoniveladoras emparejando terraplenes, camiones aljibe mojando el estabilizado, aplanadoras de rodillo y grúas de película instalando vigas prefabricadas de nuevos puentes.

Más aún, lo típico ha sido ver a un peón caminero trabajando junto a cinco otros con las manos en los bolsillos mirando. Nada de eso, todos apurados, aunque sea lunes.

A la altura de Los Lagos, los recientes cortes en ángulo de los cerros hechos para dar cabida a la nueva autopista parecen tajadas de torta, así de parejos y revelando en su interior las distintas capas de gredas y limos.
Son distintos tramos de obras concesionadas a empresas que luego han de resarcirse cobrando peaje. Hasta generadores con sendas luminarias para trabajar de noche se ven. El sistema español, supimos después, es de turnos de seis horas a todo dar.

Ya por Osorno, toca andar por tramos nuevos, parejitos.

Y como si todo este ímpetu de hacer camino fuera poco, una tras otra aparecen nuevas empacadoras de fruta, flamantes destilerías de alcoholes y estruendosas fábricas, todas muy modernas, horribles.

Da miedo esta modernidad, como si el país hubiera sido ocupado por un ejército de excavadoras Komahatsu que da vuelta con demasiada facilidad la tierra en que nacimos. Ni los cerros, ni el bosque, nada se le resiste a estas máquinas. Fantástico el progreso, pero hay algo que se ha perdido. La belleza quizás, o tal vez el sentido de lo nuestro ¿O será que ya no somos los mismos?

Al atardecer, pasado el presidio de Chin-Chin, llegamos hasta la gran bajada donde se ve en todo su esplendor el seno de Reloncaví. Pero ahora destaca ahí, cual estandarte del conquistador, la efigie de una hamburguesa con el doble arco que lo dice todo: "McDonald's AHORA EN PUERTO MONTT".

Contacto Pablo Huneeus