Pablo Huneeus
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Urbi et Orbi N° 76, Domingo 23 de Abril de 2000

AHAB Y EL LEVIATAN
por Pablo Huneeus

Entrelazados por el destino, Castro y Pinochet han vuelto a hacer noticia. Uno, por causa de Elian González, el menor de seis años que en Noviembre pasado escapó junto a su madre de Cuba, fue recogido de un neumático en alta mar por el pescador Donato Dalrymple, arribó a Miami en calidad de náufrago (los demás, incluyendo la madre, perecieron ahogados) y, al mejor estilo de las milicias Sturmabteilung del partido nazi, fue secuestrado de la casa de sus tíos y entregado a su padre para ser devuelto a la isla, como quiere Fidel en el marco de su más genial movida.

El otro, por haberse zafado al pelo de la justicia en Londres; ser objeto de un recibimiento triunfal y terminar, además de carcomido por la diabetes, enfrentando un proceso de desafuero de su auto designada senaturía vitalicia, y otras 90 demandas criminales.

Son diametralmente opuestos dirán muchos, pero al verlos tan revueltos, animados por la misma personalidad impositiva de los tiranos, uno se sorprende de cómo los extremos se tocan. Ambos son militares, hombres de armas formados uno en la guerrilla de Sierra Maestra, otro en los cuarteles del ejército nacional. Los dos se imponen por la fuerza del fusil, tornan sus respectivas fuerzas armadas en guardias pretorianas, dividen a sus pueblos, y aborrecen la democracia.

Ninguno de los dos cree en los derechos humanos, el sufragio universal, o la libertad de expresión. Son salvadores de la patria, líderes mesiánicos situados por encima de la ley y de la justicia, y que por medio de organismos de seguridad implantan regímenes de terror.

Por su parte, el capitán Ahab y la ballena blanca se persiguen a lo largo de todo el libro Moby Dick, de Herman Melville (1819-91). Se detestan, y cada uno a su manera es monstruoso. Uno es un maniático obsesionado por matar al leviatán de los mares, y el otro es un cachalote gigante obnubilado por su afán de exterminar lanchas balleneras.

Así todo, uno le da al otro su razón de ser, como ocurre con la colaboración de Castro al golpe militar que lleva a Pinochet al poder. Allende temía que su presencia en Chile provocara anticuerpos, pero igual el 1-XI-71 a bordo de un Ilushyn soviético llega Fidel en tenida de combate, y en lugar de quedarse los tres o cuatro días propios de una visita de Estado, permanece tres semanas deambulando por el país. El resultado, perfectamente predecible, fue la radicalización del proceso a manos de la extrema izquierda, que estrenó sendos "comités de vigilancia" a la cubana para seguidamente redoblar las tomas de fundos e industrias; el sentimiento generalizado de que el socialismo era una simple guayaba caribeña; y el despertar de la reacción, que la noche antes de regresar Fidel lanza su primera marcha de las cacerolas.

Los dos gozan de los favores de Estados Unidos: a uno lo apuntala con un bloqueo económico que afianza a las masas bajo su barba, y al otro con un embargo de armas -enmienda Kennedy- que aglutina a la tropa bajo su férula.

"Fidel es el dirigente cálido", cuenta Jorge Edwards en Persona Non Grata, "lleno de inextinguible curiosidad, devorador de historias, de crónicas, de tratados de ciencias naturales o manuales de agricultura, ..."

Cálido es el compañero Fidel, cálido al punto de sofocar a los cubanos con la dictadura de una sola persona con derecho a la palabra, y que tolera un solo partido político, -el comunista- siendo prohibida la existencia de un PS, un PPD, una DC y para qué decir nada de uno libertario. No tolera elecciones libres. Tampoco, prensa independiente ni radio, canal de TV o revista que no lo adule.

El acceso a Internet está limitado a unas pocas cuentas de E-mail atendidas por el Ministerio del Interior, y la censura a libros es total, siendo impensado algo como editarse sus propias obras. Este sólo artículo, por criticar al Presidente vitalicio de Cuba, hace a su autor merecedor de hasta tres años de cárcel.

Los derechos humanos son sistemáticamente violentados, no sólo en lo referido al artículo 19 sobre libertad de expresión, sino también con detenciones arbitrarias, soplonaje, "repudios" orquestados, juicios sumarios a sus propios colaboradores, como Ochoa, brutalidad policial que le ha costado la vida a cientos de jóvenes detenidos, y aplastamiento de manifestaciones. No hay derecho a huelga en Cuba, ni a formar sindicatos independientes, y las condiciones laborales son menesterosas.

Le está vedado al pueblo cubano la libertad de salir. O sea, el propio Fidel crea las condiciones para que la gente arranque en bote y encima, cual alcaide de presidio, reclama que le devuelvan a un escapado. Ah, y los que protestan son denostados como "gusanos", tal como en tiempos de Pinochet los opositores eran unos "humanoides".

Entonces, si de derechos humanos se trata, ¿por qué a Castro no?

De persistir esa tolerancia a los tiranos de un lado estamos todos expuestos a que reaparezcan en otro. Tiene que nivelarse la cosa.

Tal como en Moby Dick, para volver la paz a los océanos deben morir ambos fantoches. Ahab finalmente alcanza a la ballena, es el momento sublime de su carrera, pero al asestarle el golpe maestro se le enreda una pierna en la soga del arpón que le clava bajo el ojo. La ballena, dando tremendos coletazos, se zambulle a fondo hasta perecer ambos anudados en un mismo destino. "La bandera de Ahab se hundió con su barco que, tal como Satán, rehusaba a bajar al infierno sin antes arrastrar consigo una parte viviente el cielo…"


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