Pablo Huneeus
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Urbi et Orbi 85, domingo 27 de agosto de 2000

POETASTROS DE CHILE
por Pablo Huneeus

Otorgarle el Premio Nacional de Literatura a un animador de la campaña electoral de Lagos es otro de los desatinos de Mariana Aylwin, la Ministra de Educación, que ha hecho del sector educación y cultura uno de los más conflictivos del nuevo gobierno. Huelgas estudiantiles, adulteración de las pruebas SIMCE, quiebra de la Editorial Universitaria, bajo nivel del magisterio, encarecimiento del libro, incapacidad de atacar los problemas de fondo del sector y ahora, la demostración metafísica del favoritismo y frivolidad con que se reparten los fondos para cultura.

Fondos, recordemos, provenientes en gran medida del Impuesto al Valor Agregado que el Gobierno aplica a libros e impresos. El mentado premio gubernamental le cuesta al contribuyente, aparte de la burocracia pertinente, una erogación de once millones de pesos, más un estipendio vitalicio de mil dólares mensuales.

Ahora bien, la intelectualidad chilensis tiende a cerrarse sobre si misma, como queriendo darle la espalda a la gente. Cuadros mamarrachentos, arquitectura fea, música disonante, teatro sórdido y poesía incoherente son la moda de hoy. Cuenta más la personalidad, y pinta, del artista que el sentido de su obra. La demanda cultural del público, lo que necesita, se desprecia como cosa del vulgo. Lo clásico, y lo entendible también. Entonces, en lugar de conectar con la comunidad humana, el intelectual busca separarse de ella y para eso, nada mejor que vivir a expensas del Fisco (Fondart), instancia innecesaria para el artista cuyo producto goza de aceptación.

Porque un libro es como el vino: si lo encuentras malo, por mucho premio que le den, nadie te va a convencer de que es bueno. Y si al primer sorbo le sientes bouquet, lo más probable es que al andar de las páginas te agrade más. "A good wine needs no push" dicen los gringos, el buen libro tampoco. Por eso, el escritor que perdura no es el premiado, sino el leído, como Tolstoy, a quien nunca le dieron el Nobel, pero cuya popularidad lo hizo inmortal.

O sea, amigo catador de tintas, si Gabriela Mistral te parece fome, no es que tú seas tonto: es fome. Y aunque la señora Ministra, la buenamoza directora del Consejo Nacional del Libro y la Lectura, y el célibe crítico exuden elogios al fornido Zurita, sus textos siguen siendo regulares no más. "Poetastros de Chile… " dice nuestro mejor poeta (Pablo de Rokha) "arrojad la cachimba, el rabel y la pluma… vosotros habéis dicho las palabras más hondas y sin embargo hay cosas que no han dicho nunca."

¿Acaso se han escrito buenos libros en Chile?

El mismo Pablo de Rokha, tan olvidado es quizás irregular, pero sin duda lo más genial y original de nuestra poesía. Las Odas Elementales de Neruda, y los Veinte Poemas, también valen la pena. En narrativa, de Olegario Lazo Baeza "Hombres y Caballos"; de Eduardo Barrios "Gran Señor y Rajadiablos" en su edición original de 1949 (letra digna); "Humo de Pipa" y "Con Sordina" del Jenaro Prieto; "Alhué" y "Cuando era Muchacho" de González Vera; y si alguien tiene la suerte de encontrarlo "Las Antenas del Destino" de la incomparable autora surrealista Violeta Quevedo.

Hallarlos en alguna librería de viejos es como encontrar al fondo de una bodega un cabernet de treinta años. Y de los vivos, Rivera Letelier, J.M. Varas, Jorge Edwards,los hay.

¡No importa camaradas!: a pesar del IVA a los libros, de la competencia desleal de la intelectualidad subvencionada, del snobismo de las autoridades culturales, hay valores en nuestras letras. Es cuestión de buscarlos.

¿No me crees? Confía en la autoridad y compra un libro del flamante Premio Nacional de Literatura. Si te gusta, estoy equivocado; mas si te parece una sucesión de incoherencias medio pretensiosas, dile a la Ministra que devuelva su sueldo porque, al decir campestre, la culpa no es del chancho, sino del que le da afrecho.

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