Pablo Huneeus
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DE MAGUNCIA A CALLE HUERFANOS
por Pablo Huneeus

Fue una noche en el parking de un centro comercial que conocí a Delfina Castaño. Estaba tratando de entrar a su VW, pero no podía abrir bien la puerta, pues se le había estacionado una camioneta demasiado cerca. A pulso movimos su coche hasta abrir a fondo la puerta. Fue a pulso porque si bien es fácil para una persona corriente subirse a un auto como el suyo, el acelerador, el freno y las velocidades, todo se controla con las puras manos. La puerta izquierda es extraordinariamente ancha, tampoco hay asiento para el conductor. Delfina maneja su automóvil, y su vida entera, en silla de ruedas.
Después, en cuanta feria de libro me presente, vuelta a vuelta de sus ruedas suele llegar ella con su amplia sonrisa a copuchar un rato. Viaje a Alemania ni nada había, entonces, de liberarme de la promesa hecha al vuelo de asistir al lanzamiento del libro que había de publicar el Centro Crecer –Discapacitados Capaces y Alegres dice la portada– que ella preside. La obra de 93 páginas fue dirigida por la escritora Nilda Correa; contiene los singulares poemas y narraciones de sus miembros.
Llama la atención la nota introductoria donde se menciona que este proyecto no recibió ayuda alguna del Consejo Nacional del Libro y la Lectura. Más aún el Centro Cultural de la Municipalidad de Las Condes, donde funciona Crecer, les negó una sala para el lanzamiento y este terminó haciéndose en el 10 Piso del Hotel Gran Palace de calle Huérfanos, con la consiguiente complicación de viaje al centro y ascensores.
Como sea, no bien llego del aeropuerto y llama Delfina para recordarme la palabra empeñada. Medio atontado por el cambio de horas, acudo de corbata para la ocasión.
Nilda leyó algunos trabajos. De Verónica Geldres, médico pediatra, quien por obra de una trombosis un día cualquiera perdió el habla y la marcha de sus pies: "Antes, sólo tuve tiempo para la Ciencia y la Investigación. Ahora tengo tiempo de saber más…"
"Ilusión Perdida" de Eduardo Castro quien estando ya en quinto año de Ingeniería en la U. de Chile cayó de cabeza desde su moto: "Porque todo está oscuro y mi horizonte se ha borrado, creo en ti…"
De Gloria Cristi (soy hermana de la Maqueca, me dijo al saludarla): "Madre querida ¿cómo agradecerte? Por enseñarme mis primeras palabras".
De Alejandra Del Real, elástica Profesora de Gimnasia hasta ser arrollada por un automovilista mientras paseaba en bicicleta. Carente de toda coordinación motriz, le cuesta hablar y moverse, pero irradia alegría: "Noto lo radiante, cómo estamos progresando. Incluso mi alma se regó…"
Sentado frente a tan especial concurrencia, lo más emocionante era ver el cariño de la parentela de cada uno de los autores del libro. La corbata, que parecía haberse anudado cada vez mas apretada en torno al cuello, no me eximió de hablar y sólo atiné a contar que horas atrás estaba en la bóveda blindada del museo Gutenberg de Maguncia, (Mainz), a media hora de Frankfurt. Tan protegidas como las joyas de la Corona Británica en la Torre de Londres, tienen ahí los primeras libros hechos por el inventor de la imprenta, Johannes Gutenberg (1397-1468), proclamado el hombre del milenio.
Es que todo cambió con la palabra impresa, de difusión masiva: el conocimiento, la información salió del estrecho clan de los letrados, iniciando así la era moderna que abre a cada persona, por distinta que sea, las luces del entendimiento. Pero lo más notable del meticuloso trabajo de ese artesano alemán fue servir para que almas aquejadas de ciertos problemas en su fisico nos enseñaran en letra grande otras dimensiones de la existencia humana.
Junto a la dignidad recobrada, hay en esos trabajos una exploración más allá de los límites, una visión por encima de ese muro que es el pensamiento único.
En palabras de Luz María Sepúlveda, de 22 años: "La gente en todo el mundo no se ha dado cuenta todo lo que tiene ante sus ojos…"

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